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Un volcán de doce mil pies de elevación, tan grande como el Etna, despedía llamas. Nada de vegetación, ningún punto de reposo: sólo se ofreció á su vista una escarpada masa de granito donde ni la nieve se sostiene. No hay duda que aquello es la tierra. El Etna del polo, al que se dió el nombre de Erebus, allí queda con su columna de fuego para dar testimonio de este aserto.

Volviendo á la historia terrible de la Plaza, dije al brigadier: lo malo tiene la ventaja de que no es necesario que nadie lo extirpe: él tiene el encargo providencial de extirparse á mismo. La guillotina mató la guillotina; el terror mató al terror; la barbarie mató á sus hijos, como el Saturno de la Fábula, y concluyó por matarse á propia. ¿Qué es aquella columna?

Nada de morirse... no hable V. de eso ya. Lo que importa ahora es dar pronto con un simón... Vamos adelante... ¿qué es eso; tropieza V.? , señor; creo que ha dado contra la columna de un farol... ¡Como soy ciego! ¿Es V. ciego? preguntó vivamente el desconocido. , señor. ¿Desde cuándo? Desde que nací. Juan sintió estremecerse el brazo de su protector; y siguieron caminando en silencio.

Los soldados que se encontraban con el resto de la columna, enardecidos por el humo producido por la pólvora y por los gritos de entusiasmo de sus compañeros que ya peleaban, se encontraban alborozados, y esa emoción natural que produce en las almas de los valientes el estampido de los primeros disparos, les embargaba.

Pero es el caso que tengo un amigo que es de esos hombres que se dejan impresionar fácilmente por la última persona que oyen, de esos caracteres débiles, flojos, apáticos, irresolutos, de reata, en fin, que componen el mayor número en este mundo, que nacieron, por consiguiente, para obedecer, callar y ser constantemente víctimas, y cuya debilidad es la más firme columna de los fuertes.

El vello de nuestros cuerpos no nos sirve de abrigo como el pelo de los animales: ¿para qué, pues, crearlo? ¿Para qué dar tetillas a los machos humanos, si no pueden servirles para la lactancia? ¿Para qué situar la columna vertebral en el dorso del cuerpo, lo mismo que en los cuadrúpedos, cuando lo lógico, al «crear» al hombre sostenido sobre los pies, era colocarla en el centro del cuerpo como eje fortísimo, evitando las desviaciones y enfermedades de la espina que hoy sufre por este desequilibrio en la sustentación de su peso?

Poco después, oíase un ruido de tacones en el interior de un grueso pilar, hacia la derecha; el cerrojo crujía, y la puertecilla, al abrirse, presentaba al campanero, o a su esposa, trayendo en una mano el manojo de llaves y en la otra un farol encendido. Comenzaba entonces la ascensión por el hueco de aquella columna del templo.

Aquello produjo gran consternación en los enemigos; pero como éstos no comprendían mi estrategia ni podían verme en el sitio donde estaba, enviaron otra columna a atacar las tropas que estaban a mi derecha, y aquella columna tuvo la misma suerte, y otra, y otra, hasta que se ganó la batalla.

Ayudado por Reginaldo, procedí de nuevo a colocar sobre la mesa las cartas como me había indicado, y las arreglé, según la extraña rima, en cuatro columnas de ocho cartas cada una, por orden alfabético. ¡Al fin! gritó Reginaldo, casi fuera de de gozo. ¡Al fin! ¡Ya la tenemos, viejo! ¡Mira! Lee la primera letra de cada carta hasta abajo, una columna después de otra. ¿Qué es lo que deletreas?