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Actualizado: 20 de junio de 2025
Esa santidad y esa cristiandad y esa pastelera razón son la horchata que tienes en las venas... Izquierdo, que oía desde la puerta, se alarmó, creyendo oportuno evitar aquel coloquio que tan mal giro tomaba: «Ea dijo entrando , bastante hemos hablado. Y usted, señor de Maxi, haga el favor de tomar soleta...». Le cogía por un brazo, sin que él hiciese resistencia.
El acusador había dicho, en el primer interrogatorio, que la víspera de la tragedia se había encontrado con ella y que nada le había hecho sospechar lo que iba a suceder al día siguiente: el juez consideraba urgente saber lo que se habían dicho en este último coloquio.
En cuanto la dejaban sola, y eran largas sus soledades, los ojos se agarraban a las páginas místicas de la Santa de Ávila, y a no ser lágrimas de ternura ya nada turbaba aquel coloquio de dos almas a través de tres siglos.
A este tiempo, llamaron a la puerta, y, preguntando quién llamaba, respondió Sancho Panza que él era; y, apenas le hubo conocido el ama, cuando corrió a esconderse por no verle: tanto le aborrecía. Abrióle la sobrina, salió a recebirle con los brazos abiertos su señor don Quijote, y encerráronse los dos en su aposento, donde tuvieron otro coloquio, que no le hace ventaja el pasado.
Ramiro pensó que de un momento a otro podía llegar alguna persona, su madre misma, y romper el embeleso de un coloquio a solas, que no volvería tal vez a ofrecerse, en mucho tiempo. Preparó en su espíritu la frase decisiva. Estaba resuelto a poner su destino a los pies de aquella mujer. Dio algunos pasos hacia el muro para recobrar su entereza.
Los términos franceses que matizaban este coloquio se despegaban del tejido de nuestra lengua; pero aunque sea clavándolos con alfileres, los he de sujetar para que el exótico idioma de los trapos no pierda su genialidad castiza. No sé cómo se han de unir atrás los faldones de la casaca de guardia francesa. Seguirlos servilmente lleva a lo afectado y estrepitoso.
Si ellos hablaban de las cosechas, del crudo invierno y entremezclaban donosos cuentos en su coloquio, a él no le sacaba nadie de la guerra, del empuje carlista y de la necesidad de que un jefe militar de prestigio y valor se pusiese al frente de las partidas navarras para organizarlas y hacer con ellas un poderoso ejército reglado.
Muy sutil y poético está usted esta noche dijo Rafaela sonriendo . Y lo peor es que está usted muy razonador y dialéctico; y vamos, empiezo a tener miedo de que usted me convenza. Para huir del peligro me decido a poner término a este coloquio. Déme usted el brazo. Rafaela se levantó del sofá, tomó el brazo del Vizconde, recorrió las salas y fue saludando y hablando a multitud de personas.
-Sabéis poco del mundo -replicó don Quijote-, pues ignoráis los casos que suelen acontecer en la caballería andante. Cansábanse los compañeros que con el preguntante venían del coloquio que con don Quijote pasaba, y así, tornaron a llamar con grande furia; y fue de modo que el ventero despertó, y aun todos cuantos en la venta estaban; y así, se levantó a preguntar quién llamaba.
Y como el juez lo interrogara con la mirada, Roberto Vérod le refirió su coloquio con Zakunine. Yo lo he perdonado. Conocí que la muerta quería que lo hiciera. Ella, que lo convirtió, que al morir de su mano realizó la obra de salvación a que se había consagrado cuando se unió a él, no podía querer que yo le guardara rencor. Esa alma soberbia y feroz ama ahora y se prosterna.
Palabra del Dia
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