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Actualizado: 20 de junio de 2025


Le guardo todas las consideraciones que ella se merece, porque... no puedes figurarte lo buena que es. Fortunata siguió inquiriendo con molesta curiosidad todo lo que quería saber respecto a la intimidad de los esposos; pero el otro se escurría gallardamente, dejando a salvo, hasta donde era posible en aquel criminal coloquio, la personalidad sagrada de su mujer.

Angulo. Hubo dos actores célebres de este nombre en los teatros españoles, llamándose á uno Angulo el malo para distinguirlo del otro, y habiendo sido uno director de una compañía de cómicos y poeta dramático, y disfrutado el otro de gran fama como actor, según nos cuenta Cervantes en su Coloquio de los perros.

¿Y para qué quiere verme á ? Toma, para verla. ¡Qué ocurrencia! murmuró pensativa. En esto se sintió un campanillazo. Abrieron y entró Coletilla. Las dos muchachas seguían su coloquio cuando sintieron en la calle rumor de voces agitadas, algunos gritos y pasos precipitados. Asomáronse los tres, y vieron que discurrían varios grupos por la calle.

La primera escena nos ofrece á los amantes en tierno coloquio, y nos informa del medio de que se valen para que Enrique, á cualquiera hora y sin ser visto de nadie, penetre en el aposento de Blanca. Han separado una tabla de la pared, y puéstola de nuevo en ella con tal maña, que se hace invisible esa entrada secreta.

Notable ejemplo da de esto el beneficiado Fernán Suárez, natural de Sevilla y traductor del Coloquio de las damas de Pedro Aretino, libro reimpreso pocos días ha en Madrid por el señor B. Rodríguez Serra.

Probablemente Zakunine no se había interpuesto porque no podía suponer que el coloquio terminara en tragedia, y en cuanto al arma, tal vez ese día no estaba guardada, o la joven sabía dónde podría encontrarla.

Ella se lo prometió, y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada: preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, y que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual también rogó don Quijote que se pusiese don y se llamase doña Molinera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes.

Haciendo breve a déligo y andéligo no constarían los versos en que están estos nombres. Véase además la nota 124 de Amezúa en su excelente edición crítica de El Casamiento engañoso y el Coloquio de los perros.

Se abrió entonces la puerta, tras un violento coloquio de dos voces agudas y punzantes, y doña Rebeca apareció en el umbral, oportuna y piadosa por primera vez en su vida. Carmen tenía, detrás de sus lágrimas, una desgarradora expresión de extravío. Se abalanzó hacia la puerta entornada y la traspuso, haciendo vacilar a la señora.

El día mismo en que cesó la incomunicación fue este a verla, y tuvo con su amiga largo y substancioso coloquio. El simpático doctor sintió viva emoción cuando vio aparecer detrás de las dobles rejas del locutorio aquella figura hermosa, aquel rostro pálido, con expresión de noble conformidad. «Isidora, gran mujer le dijo fingiendo burlas para ocultar emociones . Estás guapa.

Palabra del Dia

rigoleto

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