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Actualizado: 12 de junio de 2025


A sus pies han estado príncipes y duques, guerreros invictos, acaudalados mercaderes y laureados poetas como Ludovico Ariosto, Fracastoro, el Aretino, Sannazaro y muchos más cuyos nombres no acuden a mi memoria.

Acaso impidió que dicho propósito se realizase la repentina muerte de Pedro Aretino, el cual, según aseguran, aunque donna Olimpia, que era muy su amiga, lo negaba como calumniosa patraña, murió de risa, al oír contar los embustes, embelecos y travesuras de una hermana suya, famosa por sus devaneos.

En tanto que el Aretino, dice despreciativamente, que los pobres son los insectos de los hospitales, Jofre funda en Valencia el primer manicomio que ha existido en el mundo; y Pedro Ponce de León y Juan Bonet, enseñan a leer y escribir a los sordo-mudos: mientras la Sorbona de París, llama a la imprenta arte maldito y manda quemar a Roberto Estienne, por haber puesto números arábigos a los versículos de la Biblia, nuestro cardenal de Burgos, dice que por mucho que escribiera para alabar el arte de impresión de libros no acabaría nunca; y poco después el embajador de España en Roma ruega al rey que no se deje arrebatar el privilegio de la creación de imprentas, y que recabe la independencia y libertad del invento, desde el doble punto de vista de la industria y del derecho: mientras la universidad de Lovaina hace la primera lista de obras prohibidas, dando a los papas la idea funesta del Índice, aquí se exime a los impresores de toda clase de tributos, y las Cortes declaran libre la entrada de libros en España.

VII, no impreso, de los Reali di Francia, y se desenvuelve especialmente en La Marfisa, di P. Aretino S. L. E. A.; Marfisa bizarra, di Gio. V. á V. Schmidt, De las poesías heróicas italianas del ciclo tradicional de Carlomagno, pág. 277.

Notable ejemplo da de esto el beneficiado Fernán Suárez, natural de Sevilla y traductor del Coloquio de las damas de Pedro Aretino, libro reimpreso pocos días ha en Madrid por el señor B. Rodríguez Serra.

Era tal afición, que Pedro Aretino, autor de la preciosa historia de La p... errante, pensó con insistencia en tomar a donna Olimpia por modelo, para dotar su historia de una segunda parte más variada y peregrina.

Without seeking further we may well recall the place they have in the works of both Plautus and Terence. The early Italian comedies inherit this character from the Latins, and it appears in most of the plays of Ariosto, Machiavelli, and Aretino.

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