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Véala usted mecer las caderas lascivamente mientras sube; ha bebido un poco de cacholí, pero lo que más la embriaga es su propio canto, al compás del eterno redoblar». En esto se hizo el silencio; las negras todas se miraron unas a otras, los cantos empezaron a morir en sus labios; algunas se detenían, colocaban el canasto en tierra, se sentaban sobre él y cruzando sus piernas, inclinaban la cabeza como perdidas en una melancolía nostálgica.

Eran tan juiciosas, que jamás se movían del sitio en que las colocaban. Sólo crujía el gozne de madera de sus rodillas, hombros y codos, cuando el alemán las sentaba al piano, ó las hacía tomar los lentes para mirar á la calle. De resto, no daban nada que hacer, y jamás se les oyó decir esta boca es mía.

Los guitarristas colocaban sus posaderas en cráneos de caballo; una parte del público se dejaba caer en el suelo al sentir cansancio, y al mismo tiempo, en la anaquelería, detrás del mostrador, se renovaban todas las semanas las filas de botellas de champaña. Cuando los jornaleros cobraban su quincena, el Gallego tenía que atender á las más disparatadas orgías.

Cuando nos cansábamos allí, los días que no íbamos a casa de Anguita, o hasta que llegaba la hora de ir, solíamos dar algunas vueltas por la plaza Nueva, que, por serlo, es la única grande y regular que hay en la ciudad. En los jardines del centro, que adornan naranjos y palmeras, se colocaban filas de sillas, y allí pasaban algunas horas de la noche muchedumbre de familias.

Sin embargo, tan ingeniosamente arreglaron los señores Dawson y Blair las diferentes vías por las cuales colocaban las alhajas en el mercado universal, que nadie abrigó jamás la menor sospecha. Pero todo esto, hablando con honradez, pertenece a la Iglesia de Roma observó Reginaldo.

Los inmensos espacios de terreno pantanoso, sobre los que se colocaban algunos troncos atravesados para facilitar la circulacion, eran sobre todo los tránsitos de peligro, porque donde llegaba á faltar un tronco caia luego la pobre mula, quebrándose la pierna, ó sumiéndose hasta los encuentros en el profundo lodazal.

Ahora que usted se marcha y le pierdo tal vez para siempre, me doy cuenta de que los dos pobres amigos que nos abandonaron se colocaban en primer término con tal violencia, que consiguieron ocultarme el hombre más interesante para . Se sintió Moreno de tal modo trastornado por esta revelación, que tomó entre sus manos la diestra de Elena. ¡Oh, marquesa! ¿qué dice usted?

Mis doce secretarios colocaban en las diversas mesas un millón ó dos, siguiendo mis instrucciones. «Empiece el juegoYo me paseaba como Napoleón, dando órdenes á mis mariscales. A la media hora, la caja se declaraba en quiebra y el Casino en bancarrota. «¡Se va á cerrar!», gritaban los empleados, como en una iglesia cuando termina el culto.

Con su envidioso odio á los cultos extranjeros, los profetas judíos maldijeron más de una vez los «altos lugares» en que los pueblos vecinos colocaban á sus ídolos, pero no procedían ellos de otra manera y miraban á las montañas para evocar á los ángeles que los socorrían: sobre una montaña se elevaba su templo: también conversaba Elías con Dios sobre una montaña.

Su Majestad cazaba en los bosques del Pardo, o reventaba mulas en la trabajosa cuesta de la Granja; en la corte se intrigaba, poco más o menos como ahora, si bien con un tanto más de hipocresía; los ministros colocaban a sus parientes y a los de sus amigos; esto ha variado completamente; la clase media iba a la oficina; entonces un empleo era cosa segura, una suerte hecha; y el honrado, el heroico pueblo iba a los toros a llamar bribón a boca llena a Pepe-Hillo y Pedro Romero cuando el toro no se quería dejar matar a la primera.