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Actualizado: 26 de mayo de 2025


¡Ay, Alfonsito!... ¡Pobre hijo de mi corazón!... ¿Y qué hago con él? ¿Me lo llevo?... No, déjalo en el colegio. ¡Oh, no, no, eso no! exclamó Elvira fuera de . ¿Y si su padre va a verlo y se lo lleva y me lo quita?... ¡Hijo de mi alma!... ¡Verme yo sin él!... ¡Me muero entonces!... ¡Me muero!

Es niña todavía, y ya ve usted cómo anda por la ciudad la fama de su belleza. Usted comprende que a me es más costoso tenerla en el colegio como a interna; pero creo de mi deber, por cariño a usted y al señor don Manuel, acabar mi obra.

Y he aquí que una hora después, en el momento en que salía de casa, llega el doctor Ayestarain, otro sujeto de quien he sido condiscípulo en el colegio nacional, y con quien tengo en suma la misma relación a lo lejos que con Funes. Y el hombre me habla de a, b y c, para concluir: Veamos, Durán: Vd. comprende de sobra que no he venido a verlo a esta hora para hablarle de pavadas; ¿no es cierto?

Y la solución que se ha encontrado para cultivar los poderes intelectuales sin destruir o disminuir el miedo a los peligros sobrenaturales, obviando el antagonismo entre la casualidad natural y la sobrenatural, es la enseñanza religiosa de las ciencias profanas; el cultivo de la memoria sin despertar el raciocinio, por la ingestión de explicaciones depuradas en respuestas hechas, aprendidas y almacenadas en la mente para responder a preguntas hechas, a fin de que el educando atraviese la escuela, el colegio y la universidad con anteojeras de mula, "con sujeción estricta a los textos", viendo lo que ponen delante y no lo que le substraen o queda a los costados, como Renan, que recibió las órdenes menores en San Sulpicio sin saber que había existido la revolución del 89.

No comprendía que un hombre tuviera que descender a estos oficios habiendo tantas mujeres en el mundo, y se informaba menudamente de las particularidades de la vida de colegio; cómo los trataban, qué comían, a qué hora se acostaban, quién les hacía las camas, les lavaba la ropa y se la planchaba; si los colchones eran duros o blandos, si bebían vino, cuántas veces a la semana les mudaban las toallas, etc., etc.

Cuando D. Jaime «estaba en fondoslos gaudeamus se sucedían en el colegio; variedad de postres, vino de Jerez y hasta se improvisaba una que otra merendeta en el campo: D. Jaime era muy aficionado a pintar paisajes, muy malos, eso , pero que no por eso dejaban de ser celebrados por discípulos y profesores.

La ceremonia se verificaba en una antigua capilla abandonada desde largo tiempo que sólo era abierta y decorada una vez cada año para aquel objeto. La referida capilla estaba situada en el fondo del patio principal del colegio, se llegaba a ella recorriendo, la doble hilera de tilos cuyo abundante verdor alegraba un poco aquel triste paseo.

Aparte del admirable escombro del Alcázar, son interesantes en Toledo: algunas de sus puertas monumentales, que dan acceso á la ciudad por caminos en caracol, sostenidos por estupendos murallones; el magnífico puente de Alcántara, de un solo arco y todo de granito; y el colegio militar, edificio que fué convento y en cuya fachada, capilla, claustros y escalera monumental puede admirar el viajero una multitud de objetos de arte muy interesantes.

Y se sometió a ella hasta gustoso, no contando por tal la de su campaña de humanista en Santander, porque a aquella edad y encerrado en un colegio no se forma nadie cabal idea de esas cosas tan delicadas y complejas. Hecha la prueba durante siete años de estudios en Madrid, resultó lo que él esperaba: el triunfo definitivo de sus primeras inclinaciones.

Encontróse entonces frente a la puerta de la capilla, que estaba de par en par abierta; era esta entrelarga, ancha y extensa, con una gran puerta en el fondo que daba al interior del colegio y otra lateral para el servicio de la gente. En el testero hallábase el altar, parcamente adornado, con algunas luces que ardían a derecha e izquierda del tabernáculo.

Palabra del Dia

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