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Actualizado: 24 de julio de 2025


Entonces se levanta, y, cogiendo a su mujer de la mano, agrega: Míralo, Gertrudis, se ha incomodado... ¡Ven acá, pilluelo!... Es ella... mírala bien... ¿Es con ella con quien has pretendido incomodarte?

Los demas dispertándose, y viendo el triste espectáculo de sus mugeres y niños muertos, se resolvieron á no sobrevivir á tal pérdida, y cogiendo las armas, vendieron sus vidas tan caro como pudieron; pero al fin fueron degollados con sus caciques.

El clérigo, con el codo apoyado en el brazo del sillón, cogiendo con la mano su barba rasurada, los ojos bajos en actitud humilde, la escuchaba. De vez en cuando profería también alguna palabra en voz de falsete, que la marquesa escuchaba con profundo respeto y sumisión, lo cual no impedía que al instante volviese a la carga gesticulando con viveza, aunque sin alzar la voz.

Dicen, pues, así en su relación: Cogiendo el Padre su cruz se partió del Mamoré por tierra, acompañado de cuatro indios, dando orden á los demás que no se partiesen de allí.

Quedóse Jacobo estupefacto al oír tales noticias, y cogiendo a Diógenes por un brazo, exclamó muy inmutado, como si aquella inesperada catástrofe política tuviera para él gran importancia: ¿Pero qué estás diciendo?... ¡Eso es imposible! ¡Polaina!... Ven acá y te lo dirá quien lo sabe.

Al oír esto, Fortunata tuvo un retroceso en su salvaje idea, y cogiendo al chiquillo, que empezaba a rezongar, se lo llevó al seno. La madre lloraba, el chico también, y el gran Ido apareció otra vez en la puerta sin decir nada, contemplando a marido y mujer con miradas semejantes a las de las estatuas de yeso o mármol, pues parecía no tener niñas en los ojos.

Fué como esas súbitas catástrofes que hieren mortalmente los corazones, originando suicidios, tragedias y otros lamentables casos. Una mano penetró en el escaparate, por la parte de la tienda, y cogiendo á la señora por la cintura, se la llevó dentro.

Mauricio tuvo tal acceso de alegría, que saltó al cuello de Fortunato, pero éste dijo sonriendo y defendiéndose mal del apretón: ¡No es á mi á quien debes abrazar, majadero! Y les impulsó el uno hacia el otro. Por primera vez Mauricio, cogiendo á Herminia en los brazos, la estrechó contra su corazón y desfloró con sus labios aquella rubia cabellera.

Al fin una sonrisa iluminó su rostro, levantóse de la silla, y cogiendo el del joven entre sus dos manos, le dijo en tono alegre: Bien; este acto te enaltece; pero de podías tomar ese dinero sin desdoro. ¿No soy tu mamá? Raimundo se contentó con besar las manos que le aprisionaban. No se volvió a hablar de dinero entre ellos.

«Hola, barbián dijo Santa Cruz sentándose y cogiendo al chico por ambas manos . Pues es guapo de veras. Lástima que no sea nuestro... No te apures, mujer, ya vendrá el verdadero Pituso, el legítimo, de los propios cosecheros o de la propia tía Javiera». Benigna y Ramón miraban a Jacinta.

Palabra del Dia

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