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Cuando hubieron reposado un instante, todos se trasladaron al gran salón del director, y desde allí, en procesión solemne, las damas cogidas del brazo de los caballeros, a la vasta sala de oficinas que se había habilitado para comedor. Fué una comida espléndida la que el duque les ofreció.

¡María Santísima!, ¡lo que parecía aquella terraza! Había ninfas de traje alto que muy pronto iba a descender hasta el suelo, y otras de vestido bajo que dos semanas antes había sido alto. Las que acababan de recibir la investidura de mujeres se paseaban en grupos, cogidas del brazo, haciendo ensayos de formalidad y de conversación sosegada y discreta.

Clementina se dejaba adular, respiraba con delicia aquel tufillo de incienso. En cambio prometía que ni un céntimo perdería Pepa de su capital. Bajaron la escalera cogidas por la cintura, charlando como cotorras. Al llegar a la puerta del salón, antes de soltarse se dieron un apretado y cariñoso beso.

Pero uno de ellos la sacó en cierta ocasión de un mal paso. La hija del guarda, con otras dos amigas, se había ido un domingo á visitar la ermita de una Virgen situada á alguna distancia de la población sobre un cerrillo áspero y solitario. Llevaron merienda, entretuviéronse más de lo que pensaban: al regresar á su casa empezaba á cerrar la noche. Y aquí que, caminando las tres costureras cogidas del brazo, entonando alegres canciones para ahuyentar el miedo, tropiezan con dos mozos labradores que volvían de la ciudad. Las detienen, las requiebran groseramente, se propasan á abrazarlas. Venían un poco ebrios; pero les convino fingirse más de lo que estaban para el caso. Las jóvenes gritan y se defienden valerosamente, pero en vano; el lugar era solitario y sus fuerzas no bastaban á contrarrestar las de los gañanes.

Un duelo al amanecer y una bala en el pecho. La noche anterior, a la salida del teatro, el conde había subido un momento a su círculo. Algunas palabras cogidas al vuelo sobre Leonora y él; rompimiento con un amigo; bofetadas y el encuentro concertado a toda prisa, esperando la primera luz del día para cruzar las balas.

Sin embargo, alguna vez al despedirse, Ramiro juntó su boca con la de aquella criatura vestida de harapos como una gitana, y este movimiento maquinal llegó a despertarle, en el correr de los días, cierto extraño deleite, que le recordaba el saborcillo sucio de las frutas cogidas en el suelo.

Levantábase á las tres, cargaba con los cestones de verduras cogidas por Tòni al cerrar la noche anterior entre reniegos y votos contra una pícara vida en la que tanto hay que trabajar, y á tientas por los senderos, guiándose en la obscuridad como buena hija de la huerta, marchaba á Valencia, mientras su marido, aquel buen mozo que tan caro le costaba, seguía roncando dentro del caliente estudi, bien arrebujado en las mantas del camón matrimonial.

De las nueve perlas, todas del grandor del fruto del nogal, dos de ellas, una blanca con el oriente más rico, y otra negra con el brillo del ébano, se habían cogido en el mar de Persia; otras dos, una roja como el carmín y otra verde como la esmeralda, fueron cogidas en el mar tempestuoso de la India; otras dos, una azul como el jacinto y otra pálida como el ámbar, se pescaron en el mar grande o del Atlante; dos, entrambas celestes como el cielo, se encontraron en los mares tenebrosos o del Septentrión, y la última, de los colores variados del iris, se ignoraba de dónde fué cogida, aunque los aficionados a lo maravilloso y sobrenatural aseguraban que aquella piedra, única en el mundo, fué encontrada en la fuente Tasnin, que corre en el algerna o paraíso, y traída a la tierra por uno de los genios obedientes a Soleimán, quien añadió así la novena perla al collar de la Reina del Yemen.

Cuando nacían con los oídos del espíritu cerrados a cal y canto para las voces de la belleza, pasaban la existencia en los bosques inmediatos a Madrid, persiguiendo, escopeta en mano, a las reses cornudas y bostezando de fastidio en los descansos de la caza, mientras las reinas se alejaban cogidas del brazo de algún guardia de corps.

Las dos tienen los brazos cruzados so el delantal; una cierra los ojos y echa la cabeza sobre el pecho; otra, las puntas del pañuelo cogidas en la boca, echa hacia atrás la testa y mira de cuando en cuando con los ojillos entornados... Pasan dos, tres estaciones; cruza el convoy sobre una redoblante plataforma giratoria. Las viejas se remueven sobresaltadas.