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Actualizado: 5 de mayo de 2025


23 El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias. 24 Soberbio, arrogante y burlador es el nombre del que obra con la furia de la soberbia. 25 El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar. 26 Hay quien todo el día codicia; mas el justo da, y sigue dando. 28 El testigo mentiroso perecerá; mas el hombre que oye, permanecerá en su dicho.

Y, sin embargo, un excesivo celo por la religión, un celo imprudente y ciego, pudo nublar con hechos indignos de su grandeza la gloria de los Reyes Católicos, del emperador don Carlos, de su hijo don Felipe; pero no la mancilló la codicia mortal, la sed infame del dinero; los moriscos fueron perseguidos, ¡pero no fueron robados! ¡Robados!

La China se considerará bastante feliz si consigue mantenerse unida y no se desmembra, ó se la reparten las potencias europeas que colonizan en el Continente asiático. Lo mismo le pasa al Japón. Tiene al Norte la Rusia, que lo codicia y espía; al Sur la Inglaterra, que se le entra hasta en el idioma oficial.

El espectáculo de la riqueza le llenó de asombro; la privación de lo que otros disfrutaban espoleó a la envidia; la ignorancia cerró a la abnegación el paso; la conciencia le dijo que su ambición era justa; miró a Luz con codicia, y en el fondo de su alma surgió el deseo de gozarla o la resolución de destruirla.

Sus mujeres, sus hijos i sus haciendas todos estaban sujetos á la codicia i al odio de sus perseguidores. Las leyes favorables á ellos se daban para juzgarlos al olvido, i las adversas se interpretaban en el sentido que les eran mas perjudiciales. A cualquier punto donde volvian los ojos no encontraban mas que enemigos.

Quizá, por falta de antecedentes, no estuviera Tirso en situación de apreciar todo esto; pero alcanzó lo bastante para convencerse de que, ni Leocadia estaba verdaderamente enamorada, ni desecharía por Millán lo que el desvergonzado lenguaje de la codicia llama una proporción; lo cual le autorizaba a imaginar que, si la madre había cedido por docilidad, la vanidad y el amor propio serían buenos medios para subyugar a la hija.

Ocurriría quizás lo siguiente: recibido que fuese por el obispo de Córdoba el mensage del rey árabe, el prelado reuniria su cabildo, y al esponerle la voluntad y proposicion del mahometano, al punto, como en toda reunion numerosa acontece, se pronunciarian divididos los pareceres: no porque la oferta de Abde-r-rahman tentase la codicia de los que desde luego se hubiesen declarado por la cesion de la basílica, sino porque su propio celo les hiciese mirar como ventajosa su traslacion á otro punto.

La vista del oro provocó miradas de entusiasmo y codicia; pero esta impresión fué breve. Los ojos acabaron por contemplar con indiferencia el redondel amarillo. Don Marcelo se convenció de que el milagroso fetiche había perdido su poder.

Señor repuso con humildad la segunda. ¿Hay algo? Lo de siempre. Peticiones de la ambición, exigencias de la codicia, vanidades del amor propio, arrogancias de la soberbia, desafueros de la maldad, sollozos de dolor y bostezos de hambre. A esos hay que atender primero. Señor, es que son muchos los que piden y pocos los que agradecen. No importa.

Casa-Vieja hablaba casi todo lo que tenía que hablar, que era lo menos que podía, con el sombrero sobre la sien izquierda, la mejilla derecha en la mano del mismo lado, el codo correspondiente sobre el velador, el enorme puro, con sortija, en la boca, cuando no en la otra mano, y la mirada errabunda y desdeñosa, sin interés ni codicia por nada.

Palabra del Dia

bagani

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