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Actualizado: 1 de julio de 2025
De esta manera quedó el campo libre y por don Pompeyo, el cual no pensaba más que en asegurar el triunfo de sus ideas, para lo que era necesario estar de guardia todo el tiempo posible al lado del enfermo, y así evitar que la hija de don Santos introdujese allí subrepticiamente «el elemento clerical».
No; las represiones políticas consiguieron extirparlos momentáneamente. Era un resultado violento; España no había cambiado; seguía siendo tan católica y tan clerical como antes. Y así, de 1823 a 1830, en que una reacción lógica volvió a dejar libre el alma nacional, los conventos se multiplicaron de un modo estupendo. En 1823 los religiosos son 16.310; en 1830 ascienden a 61.727.
A las diez y media del otro día, mientras don Francisco y toda la familia menuda estaban de paseo en la Cuesta de la Vega, quedó realizada la operación. Aparecieron con usurera exactitud, a la hora fija, Torres y Torquemada. Este era un hombre de mediana edad, canoso, la barba afeitada de cuatro días, moreno y con un cierto aire clerical.
En un tiempo, apestada por las miserias del régimen clerical y estancada en su desarrollo por el régimen del privilegio industrial y comercial, vivió en la degradacion de la mendicidad, ofreciendo el ejemplo inaudito de una ciudad de 40,000 habitantes de los cuales 12,000 eran mendigos; se despedazó con agitaciones y violencias intestinas, por cuestiones de clases sociales y privilegios de corporaciones, y se despobló á causa de su fanatismo católico, en perjuicio directo de los israelitas y protestantes proscritos á millares.
Al estar juntas, chismorreaban como novicias en asueto, que se enteran con curiosidad femenil de lo que ocurre más allá de las rejas. Pepita conocía la vida de aquel señorito, mezcla de matón clerical y de calavera rústico, que pasaba las noches en las casas del barrio de San Francisco y había sido conducido varias veces al juzgado por borracheras tumultuosas.
Dolly Dawson caminaba tranquilamente, conversando y riendo, mientras él de cuando en cuando se inclinaba a su oído y le hacía algunas observaciones. Al levantar la cabeza y extender la mirada a través del lago, vi asomar sobre su sobretodo un cuello clerical y un pedacito de tela púrpura. Aquel hombre era evidentemente algún canónigo u otra dignidad de la iglesia católica.
Habíalo imaginado majestuoso, imponente, y veía un hombre raquítico, amarillento, cargado de espaldas, con la cabeza cana y un bigote recortado, que parecía despegarse de su rostro clerical. Hablaba golpeando cadenciosamente con una mano el dorso de la otra, y sus ojos pardos, brillando tras las gafas de oro, eran lo más notable del rostro, por su expresión extremadamente bondadosa y atenta.
Ni Sancho llevaba otro cuidado -después que le pareció que caminaba por parte segura- sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habían quedado; y así, iba tras su amo sentado a la mujeriega sobre su jumento, sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra ventura, entretanto que iba de aquella manera, un ardite.
Deseaba contemplar de cerca a sus enemigos, aplastarlos con su triunfo, gozarse en su aspecto de confusa sumisión. Y conforme se aproximaba la solemnidad religiosa, temblaban muchos canónigos, pensando en la mirada dura y soberbia que clavaría en ellos el iracundo prelado. Gabriel prestaba escasa atención a las preocupaciones del mundo clerical. Llevaba una vida extraña.
Luna le admiraba con doble afecto: por su talento y por su historia. Era como de su familia. El grande hombre había pasado también por el Seminario y guardaba aún cierto aspecto clerical, como si hubiera sufrido más hondamente la presión del troquel eclesiástico.
Palabra del Dia
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