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Actualizado: 24 de julio de 2025
Así como todo lector cándido y crédulo podrá inferir después de leer La sima que es una abominable patulea la mayoría de los seres humanos, la lectura de otra flamante novela que tengo sobre mi mesa, y cuyo título es Nieve y cieno, puede inducir en error menos cruel, pero no menos evidente. ¿Es verosímil, es frecuente en la vida real que haya un gran conjunto de hombres y de mujeres apacibles, sencillos, virtuosos y buenos a carta cabal, los cuales vivirían feliz y honradamente en un perpetuo y almibarado idilio, si no hubiese un tirano que les impusiese su yugo, que los tratase a puntapiés y que los dominase a su antojo, como fiero y rústico pastor a rebaño manso e inerme.
La historia amorosa de Nieve y cieno sería tan grata y apacible, aunque harto menos sensual y mucho más etérea, que la de Dafnis y Cloe, si no fuese, como ya queda indicado, por el pícaro Lucas, hijo del cacique.
En el fondo de su alma despreciaba a los vetustenses. «Era aquello un montón de basura». Pero muy buen abono, por lo mismo, él lo empleaba en su huerto; todo aquel cieno que revolvía, le daba hermosos y abundantes frutos. La Regenta se le presentaba ahora como un tesoro descubierto en su propia heredad. Era suyo, bien suyo; ¿quién osaría disputárselo?
Qué importa morir, si solo, He vivido en este mundo, Donde corre un aire inmundo Que no puedo respirar: Si mis lágrimas cayeron Confundidas en el cieno, Sin bañar el tibio seno Del amor á la amistad!
A Dios se vuelve para que le dé reposo, y anhela beber en el torrente de sus delicias, cuyo ímpetu alegra el Paraíso, y cuyas ondas claras ponen más blanco que la nieve; pero un abismo llama a otro abismo, y mis pies se han clavado en el cieno que está en el fondo. Sin embargo, aún me quedan voz y aliento para clamar con el Salmista: ¡Levántate, gloria mía!
¡Oh mundo! á la playa estéril Me lanzaste de tu seno, Cual deposita en el cieno Su hirviente espuma la mar; Y al trazar Mi oscuro nombre en la arena Tu planta allí me condena A ver mi nombre borrar. Peregrino en tus hogares Viviendo en perpétua guerra Llena de espinas la tierra Bajo mi planta sentí... Ay de mí! A la fuente de la vida Por el mundo bendecida Solo llanto y sangre dí!
Cuando me sea mandado que escriba, y dé mi parecer acerca del remedio que se podia poner para regular estos padres sin ofensa ni daño suyo, antes con grandisimo útil, deseándoles hacer monarcas de las almas que son el verdadero tesoro de Cristo, y no del mundo y de sus intereses que es cieno vilisimo, me ofrezco á hacerlo con toda caridad y con las fuerzas que mas se sirviese darme su Divina Magestad.
Y son el cieno el alcalde o cacique y su hijo Lucas, par de encarnados demonios que todo lo añascan. Si no fuera por ellos, aquel lugar sería un Paraíso.
Lienzos líquidos se extienden entre estos islotes, pero no se mezclan con el lodo del fondo: son cieno más líquido que el barro de las orillas. Por todas partes se está rodeado de tierra en formación y, no obstante, nos encontramos ya como en medio del mar; tan hermoso es el paraje en que nos encontramos. Es que, en efecto, todo el espacio abarcado con la mirada era en otro tiempo mar.
Conservas todavía la cara del hombre, pero no su color. ¡En qué has empleado la fortunita que te proporcionamos? Te has revolcado en el cieno de todos los vicios, y te he encontrado en las afueras de París, tirado como un cerdo en el suelo de la taberna más inmunda.
Palabra del Dia
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