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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Las sombras del crepúsculo prestaban un tinte oscuro y asqueroso a aquel cuadro de arrabal, en que parecía revolcarse sobre el cieno de las calles el cieno de las almas.

Pero la Providencia que se vale para humillar a los soberbios de los instrumentos más humildes, me reservaba en él mi mal rato del día 24. La verdad me esperaba en él y era preciso oírla de sus labios impuros. La verdad es como el agua filtrada, que no llega a los labios sino al través del cieno. Me abrió mi criado, y no tardé en reconocer su estado.

Desde antes que Luciano fuese a militar en la Perla de las Antillas, desde la infancia casi, o sin casi, Luciano y Esperanza eran novios; estaban dulcemente encadenados por el florido lazo de los más castos y delicados amores. En la novela Nieve y cieno, cuyo autor es el Sr.

Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro. Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes. Parecían lamentarse de no ver nuestros cadáveres sobre el cieno inmundo de los pantanos. Allen vio de pronto el bote en una punta próxima.

Por un paseo de árboles cuya vitalidad no honraba á la administración colonial, Tragomer entró en la población precedido por el guía. Como hacía buen tiempo, una espesa capa de polvo cubría el camino, que en la época de las lluvias debía convertirse en un río de cieno. Á uno y otro lado se veían algunas tiendas poseídas por expenados y que ofrecían á la población objetos de utilidad ó de lujo.

En Peñascosa el número era limitado; por eso de vez en cuando hacía excursiones a la capital para recoger del cieno de la prostitución alguna desdichada que traía y guardaba, durante quince días o un mes, en alguna cámara oscura del cuarto bajo de su casa. Teníala allí como una fiera enjaulada, encargándose él mismo de llevarla el alimento y proveer a todas sus necesidades corporales.

El día estaba triste; uno de esos días de lluvia menuda y continua en que sólo se ven en el suelo cieno y lodazales y en el cielo nubes pardas, inmóviles, pegajosas, que parecen lamer las torres y las cúpulas, cual la viscosa baba de un monstruo inmenso.

Hijo desdichado, hijo á quien el cielo no dió conciencia, sino para hacerte probar el placer tremendo de desgarrarla, como no dió organismo á la lombriz sino para hacerla probar el placer asqueroso de revolcarse dentro del cieno; hijo desdichado, ven acá y oye á un hombre que no tiene el genio de Alejandro Dumas, pero que tiene más corazon, que tiene más genio; porque no hay genio fuera del sentimiento de la verdad y de la virtud, porque no hay belleza fuera del sentimiento que busca el bien.

Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando quieren cazarle, los cazadores usan deste artificio: que, sabiendo las partes por donde suele pasar y acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacia aquel lugar, y así como el arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno y perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida.

En este paraje la naturaleza se presenta tal cual era hace millares de siglos antes de que el hombre se instalara en la orilla de los ríos y los arroyos que lo alimentan. Como en los tiempos del pleriosauro, la tierra y el agua se confunden en un caos: bancos de cieno, islas emergiendo aquí y allá, pero apenas distintas del agua que las baña, brillan como ella y reflejan las nubes del espacio.

Palabra del Dia

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