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Actualizado: 22 de junio de 2025


Hemos suprimido las dos calamidades que excitaban la brutalidad de los hombres: la guerra y el alcohol. Nuestros gobiernos se suceden provocando luchas da palabra únicamente: sin choques sangrientos y sin revoluciones. Jamás fué tan bien administrada la fortuna pública.

El abogado acusador era un joven flaco, de barba negra, ojos pequeños insolentes, y muy sobre en todos los ademanes. Figuraba como jefe de los republicanos federales de Lancia y dirigía el periódico que éstos publicaban. Su odio al clero era proverbial en la población. Había tenido varios choques por este motivo, uno de ellos con el obispo: estuvo procesado por injurias a la religión.

De entre los hogares que se le abrieron a Melisa cuando se supo su conversión, el maestro prefirió el de la señora Morfeo, un ejemplar femenino y bondadoso de la flora del Sudoeste, conocido en su mocedad por el apodo de «Rosa de la Pradera». Era la señora Morfeo uno de aquellos seres que luchan resueltamente contra su propia naturaleza, por medio de una larga serie de actos de lucha y de abnegación, habiendo subyugado, por fin, su disposición, naturalmente descuidada, hasta tener principios de «orden», que, al igual que el señor Pope, consideraba como «la primera ley moral». Pero no podía gobernar del todo las órbitas de sus satélites por regulares que fuesen sus propios movimientos, y hasta su mismo «Jaime», tenía a veces con ella frecuentes choques.

Al acoplarse á este nuevo ambiente, Ferragut sintió nacer en su interior ideas y aspiraciones que tal vez procedían de una herencia ancestral. Creyó estar oyendo á su tío el Tritón cuando describía los choques de los hombres del Norte con los hombres del Sur por hacerse dueños de la capa azul de Anfitrita.

Los choques iniciados frente á Italia iban á terminarse en la costa de Asia. Todo el Mediterráneo servía de palenque. Catalanes y venecianos buscaban á los genoveses en Negroponto; pero éstos, sintiéndose inferiores, volaban á refugiarse en el Bósforo.

Las olas, amontonadas en torbellinos, pasaban silbando; las piedras del cauce, empujadas por las aguas, cambiaban lentamente de puesto como monstruos despertados de su sueño y chocaban entre produciendo un sordo ruido; árboles arrancados de raíz, se levantaban fuera del agua y se sumergían pesadamente rompiéndose las ramas contra las piedras arrastradas; las orillas temblaban sin cesar por los choques de los enormes proyectiles que el agua furiosa lanzaba contra ellas.

Fatigados con tanto movimiento y alardes de fuerza, choques y excitaciones vanas, Paco y Joaquín, antes que Edelmira, Obdulia y Visita, dejaron de correr y enredar; y muy serios, con la melancolía del cansancio, se pusieron a contemplar la luna que apareció en el horizonte como una linterna en el campo de batalla de las nubes, que yacían desgarradas por el cielo.

Se encontró de pronto don Marcelo en medio de estos choques mortales, saltando como un niño, agitando las manos, profiriendo gritos. Luego volvió á despertar, teniendo entre sus brazos la cabeza polvorienta de un oficial joven que le miraba con asombro. Tal vez le creía un loco al recibir sus besos, al escuchar sus palabras incoherentes, al recibir en sus mejillas una lluvia de lágrimas.

De todos modos, para evitar choques, procuraba estar el menor tiempo posible en su compañía. Tu conducta, primo, me hace recordar la del emperador Diocleciano. Después de abdicar voluntariamente la corona del Universo en Maximiano, se retiró tranquilamente á su fundo de Salona y se entregó al cultivo de árboles y plantas.

En las quintas iluminábanse las ventanas, pasando por ellas sombras agarradas, moviéndose con el contoneo del baile al son de los pianos. En las ventas, las puertas rojas extendían un rectángulo de luz sobre el suelo obscuro, y en su interior sonaban gritos, risas, rasgueo de guitarras, choques de cristales, adivinándose que circulaba el vino en abundancia.

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