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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Mientras tanto, allá en el fondo de su cerebro artificioso se elaboraba tranquilamente un plan maquiavélico que iba a marchitar en flor tanta dulce esperanza. Romper con la chula quedándose en Madrid era expuestísimo. Aunque avisase a la policía, tenía la seguridad de que Concha le daba una puñalada por la espalda. ¡La conocía bien!
La costurera no fue más explícita al día siguiente. La «posición brillante» de la familia de Juanito era una idea que se le había atravesado en el cerebro.
Pero ¿qué tiene que ver Estévanez con ese artículo de El Universal? preguntó con asombro Reynoso. Pero, ¿no sabes, inocente profirió Tristán sonriendo sarcásticamente , que Leporello está casado con una parienta de Estévanez y que no ve más que por sus ojos ni piensa más que por su cerebro?
Ella sólo puede asosegaros esos bullentes borbotones del cerebro y salvaros de caer en la pasión del orgullo, en esa peligrosa y aborrecible pasión que nos convierte en un fruto mollar para el Demonio. Dios queriendo, hijo mío, yo seré muy pronto promovido a Obispo de Cartagena o de Orense, como lo asegura don Alonso.
Así permaneció Doña Blanca hasta cerca de las diez. Entonces se agravó el mal: el delirio se declaró; estalló con ímpetu. El cerebro sintió por completo la reacción del mal que la infeliz tenía en las entrañas.
Patricia tenía la discreción del traidor, y cuanto dijo fue encaminado a introducir en el cerebro de Maxi el convencimiento de que su mujer era punto menos que canonizable.
Al llegar la hora de retirarse y hacer la cuenta, Martinán decía sin vacilar: «Manuel tiene diez y siete; el tío Goro trece; Pepón treinta y cuatro, etc.» ¡Maravilloso cerebro que aun elevándose á las más altas esferas de la filosofía no abandonaba la inspiración matemática! En este momento se debatía la cuestión de las minas y del ferrocarril proyectado para extraer sus productos.
En medio, no obstante, de aquella enfermiza inacción de su ser material y de aquel desmadejamiento y quebrante de su organismo, el pensamiento de Fray Miguel lucía con más viveza dentro de su cerebro, y como si le hubieran nacido pujantes alas, se remontaba a luminosas esferas y veía o creía ver con mayor claridad y serenidad que nunca, lo pasado, lo presente y lo futuro, fijando la mirada de águila en el radiante foco, donde lo real y lo ideal se compenetran, se confunden y son una cosa misma.
Lo último que oyó fue un trozo descriptivo en que la orquesta hacía un rumor semejante al de las trompetillas con que los mosquitos divierten al hombre en las noches de verano. Al arrullo de esta música, cayó la dama en sueño profundísimo, uno de esos sueños intensos y breves en que el cerebro finge la realidad como un relieve y un histrionismo admirables.
Era nervudo, cuadrado, velloso como una fiera, la cara cobriza, con rudas protuberancias y profundos surcos, los ojos sanguinolentos y la nariz aplastada, granujienta, veteada de azul, con manojos de cerdas que asomaban como tentáculos de un erizo que dentro de su cráneo ocupase el lugar del cerebro. A nada concedía respeto.
Palabra del Dia
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