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Actualizado: 31 de mayo de 2025


A las seis de la mañana, Peña y don Feliciano por una parte, y Maza y Delaunay por la otra, los sacaron de sus domicilios para conducirlos al cementerio viejo. ¡Dios mío, al cementerio viejo! ¡Qué ideas tan lúgubres revolotearon por el cerebro de don Pedro Miranda mientras caminaba hacia allá! No es posible compararlas sino con las que asaltaron a don Rudesindo en el mismo trayecto.

Pero, de repente, siente como un chorro de calor dulce... Por su cerebro pasan en un mismo instante, un sinnúmero de imágenes.

Al despertar, en ese momento en que los juicios de la realidad se confunden con las imágenes mentirosas del sueño y hay en el cerebro un crepúsculo, una discusión vaga entre lo que es verdad y lo que no lo es, el engaño persistía un rato, y Maximiliano hacía por retenerlo, volviendo a cerrar los ojos y atrayendo las imágenes que se dispersaban. «Verdaderamente decía él , ¿por qué ha de ser una cosa más real que la otra? ¿Por qué no ha de ser sueño lo del día y vida efectiva lo de la noche?

Sentados en los mullidos sillones del salón, encontrábanse como en la gloria, sacando hacia fuera los rellenos vientres, que hervían como calderas al fuego de la digestión, y sintiendo subir al cerebro un humillo tenue que al pasar por los ojos tomaba un delicioso tinte rosa. Don Juan dábase cariñosas palmaditas en el vientre.

Si la accion de la belladona sobre el cerebro y sistema nervioso de la vida de relacion es directa y activa, la de arsénico en los mismos órganos es indirecta y pasiva; si la una oprime exaltando, el otro exalta oprimiendo; la electividad, en fin, de la belladona se dirige á los centros vasculares, mientras que la de arsénico está en las estremidades, en los capilares.

Arriba, en lo más alto, estaban los técnicos, el cerebro que dirigía aquel establecimiento industrial, grande y populoso como una ciudad. Esta parte de la casa era la única que los trabajadores veían sin odio.

Esta sola reflexion basta para demostrar que se ha negado sin razon á este sentido la facultad indicada; sin embargo no quiero limitarme á esto, sino que probaré la existencia de la expresada facultad con la rigurosa observacion y el análisis de los fenómenos visuales. La razon de esto se funda en las mismas leyes del órgano de este sentido, y de la transmision de sus impresiones al cerebro.

Quiso dormirse, mas no pudo; volvió su espíritu a dar agasajo a la idea, creyéndola de posible realización, Y si esfuerzos hacía por desecharla, con mayor tenacidad la pícara idea se le metía en el cerebro.

La voz exasperada se perdió escaleras abajo. «¡Figlia mia!... ¡Mia figlia!...» Ulises no quiso oírla. Le hacía un daño horrible esta voz, como si arañase con su estridencia el interior de su cerebro.

Para comprender cómo esto se verifica, conviene recordar que la sensacion no se verifica en el órgano del sentido sino en el cerebro, por mas que la fuerza del hábito nos haga referir la impresion al punto del cual la recibimos.

Palabra del Dia

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