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Actualizado: 31 de octubre de 2025
Por fortuna, un cambio de postura desvía la sangre de ciertos sitios del cerebro, quedan libres los nervios oprimidos, sufren otros la presión y... Un bosque fantástico, cuyos árboles tienen, en vez de hojas, monedas de oro.
La música sublime de Rossini exaltó más y más la fantasía de Ana; una resolución de los nervios irritados brotó en aquel cerebro con fuerza de manía: como una alucinación de la voluntad. Vio, como si allí mismo estuviese, la imagen de su resolución, «sí... ella... ella, Ana a los pies del Magistral, como María a los pies de la Cruz.
Estando el ojo muy sano nos quedamos completamente ciegos, si sufre lesion el nervio óptico; y privada la comunicacion de un miembro cualquiera con el cerebro, se extingue el sentido.
Esta clase, cuyo número aumenta progresivamente, está en comunicación constante con el resto de las Islas, y si hoy no forma más que el cerebro del país, dentro de algunos años formará todo su sistema nervioso y manifestará su existencia en todos sus actos.
Yo lo pensé, yo lo concebí envuelto en impresiones disparatadas y confundido con ideas enteramente absurdas. ¡Misterios del cerebro, desórdenes de la ideación! Es que la inspiración poética precede siempre a la verdad, y antes de que la verdad aparezca, traída por la sana lógica, es revelada por la poesía, estado morboso... En fin, que yo lo adiviné, y ahora lo sé.
Entrañas por entrañas, ¿cuáles valen más?». Estos enormes disparates, nacidos del trastorno que en su cerebro reinara, persistieron cuando estaba parada y atónita delante del portal de los de Santa Cruz. «Pues no sé por qué no entro y armo la escandalera que debo armar...». Pero la contenía un cierto respeto que no acertaba a explicarse.
El trabajo de su cerebro era una calenturienta y dolorosa mezcla de las funciones del juicio y de la memoria, revolviéndose con desorden y alumbrándose unas a otras con aquella claridad de relámpago que a cada instante despedían.
Su cerebro pueril y la infantilidad de su espíritu hacen que se hallen cohibidas, llenas de cortedad, incapaces de sostener una conversación, ni siquiera de comprenderla cuando los conceptos son un poco sutiles. De ahí que las pobrecitas, a todo cuanto se les dice, respondan maquinalmente con esta insustancial muletilla: «¿Ha visto?» ¡qué cosa! ¿no? ¡Qué cosa! ¿no? ¿ha visto?...»
Sus versos eran en español, y ella no podía entenderlos... Pero como si experimentase la necesidad de esparcir en la noche algo que latía en su cerebro, fundiendo el misterio interior con el misterio del ambiente, comenzó a recitar versos franceses con una lentitud sacerdotal, seguido por la mirada ávida de Mina, que hacía esfuerzos para no perder la significación de una sola palabra.
Pero, en fin repuso el hombre, que parecía dominado por una idea fija . Aunque usted no sea completamente un intelectual, por lo menos tendrá usted un cerebro... Yo me rasqué instintivamente el cráneo. ¡Hombre! ¡Un cerebro! ¿Quién no tiene un cerebro? Claro que son muy pocas las personas que lo usan; pero todo el mundo tiene un cerebro.
Palabra del Dia
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