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Actualizado: 28 de junio de 2025


Después, llevaba mi cartuchito de dinamita a ese caserón que llaman la Bolsa, donde las gentes se descamisan entre , y otro cartuchito al Palacio de Gobierno, esa caverna de pícaros. Dió un mordisco al pedazo de pan y se sonrió, cual si asistiera al espectáculo que describía y viera los cadáveres y los escombros.

Tal vez nuestros héroes hubieran caído en poder de alguna partida de bandoleros, de la cual hubieran escapado merced a la serenidad y valentía de D. Luis, albergándose luego durante la noche, sin que se pudiese evitar, y solitos los dos, en una caverna o gruta.

Al cabo el ferrocarril se aproxima tanto á la catarata que se percibe el ruido de sus remolinos espumantes; el tren penetra en un pequeño túnel, pasando bajo las rocas que sostienen un antiguo castillo, y al salir de la caverna artificial el viajero se siente sorprendido, hallándose sobre el puente de hierro que atraviesa el Rin en el punto donde se pronuncia el raudal que determina la catarata.

Dudó, se llevó una mano á los ojos, como si quisiera aclarar su visión con enérgico restriego. ¿Realmente era ella?... ; era ella, vestida de blanco, apoyándose en la barra de hierro que separaba los estanques del público, mirando fijamente el espejo sin azogue que cubría como una puerta transparente la caverna rocosa.

Leonido se acerca de nuevo á recoger sus armas y á ver á Marfisa; arranca un peñasco de la caverna, y mira á la doncella en un salón de cristal en medio de sus ninfas, que la cubren de galas y regocijan sus oídos con cánticos agradables.

Cuando llegó á Nápoles, fatigado por un viaje de cuarenta y ocho horas, le pareció que el cochero se dirigía con demasiada lentitud hacia el viejo palacio de Chiaia. Al atravesar el zaguán con su pequeña maleta, le cortó el paso la portera, gruesa comadre de pelo encrespado y polvoriento, que sólo había entrevisto algunas veces en las profundidades de su caverna.

Isidora echó a andar hacia adentro, dando la mano a su tía. A causa de los accidentes del piso y de la oscuridad, necesitaban apoyarse mutuamente. Anduvieron largo trecho tropezando. ¡Oh! La soga era larga, la caverna parecía interminable. En lo obscuro, aun se veía la cuerda blanca gimiendo, sola, tiesa, vibrante.

Oía los mugidos del río que pasaba a su izquierda; tocaba los jaramagos que brotaban entre las rendijas a su derecha, y sentía en el rostro el fango con que le salpicaban los caballos que le precedían, y el aire sutil y nauseabundo, como el de una caverna, que silbaba al pasar por aquel tubo retorcido y caprichoso.

Las precauciones humanas, sin embargo, son insuficientes para detener el cumplimiento del oráculo. Menón, el victorioso general de Nino, llega, en una expedición guerrera, á la caverna que guarda á beldad tan extraordinaria, y la contempla á la luz del día, sin hacer caso alguno de la voz amiga, que intenta disuadirlo de su propósito.

Pues en cuanto me quedé dormido, ¡qué sueños! Manadas de osos por todas partes, y osos de todos tamaños y colores; y por remate de estas visiones, una caverna tremebunda llena de ellos: tres de los más lanudos y graves, sentados en una peña del fondo; los demás, en apretada masa, ocupando todo el ámbito hasta la boca de entrada, menos un espacio muy reducido entre la primera fila de la masa y los tres animalotes de la peña.

Palabra del Dia

rigoleto

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