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Actualizado: 5 de junio de 2025
Por una parte, la sagrada defensa de los trigos, y por otra, las asociaciones de propaganda católica y de religiosidad obrera, devoraban todo su tiempo. Era vicepresidente de unas Ligas, secretario de otras, y consideraba un deber sagrado no faltar a ninguna de sus reuniones.
En ciencias y artes hubo, a pesar de la Inquisición, hombres eminentes y gozaron algunos tanta libertad, que Francisco de Villalobos, médico de la Reina Católica, pudo decir sin que le viniera perjuicio, frases tan arriscadas como esta: Yo no hablo con teólogos: y si los filósofos se acogen a ellos harán como los malhechores que se acogen a la Iglesia.
El conde Baltasar Castiglione es más galante y dedica á la reina todas sus alabanzas. Según él, ni en su tiempo ni en siglos atrás hubo en el mundo rey ó príncipe que merezca ser comparado con doña Isabel la Católica.
Limítase sólo á exponer con claridad los dogmas de la fe católica, de manera que sean á todos comprensibles, y á entretener agradablemente al público sin ofender su devoción.
Este era hermano de Catalina Terongí, que murió también pertinaz, sin más porque aun aparente, que su propia rabia y furor, pues preguntando yo que en qué creía, o en qué se apartaba de la fé católica, o en qué consistía ser judía, dijo, que solo sabía que era judía y que lo quería ser.
Friburgo, ciudad católica tambien, tiene unos paseos y alrededores asombrosos: casi todos los extranjeros que visitan la Suiza, se dirijen á Friburgo para oir los célebres órganos de la catedral y ver su atrevido puente colgante.
Se aisló completamente; muy pronto ni siquiera quiso tolerar junto a ella a su amigo, y le cerró la puerta. Se consideraba criminal. Sus angustias la llevaron a un confesor, la arrojaron en los brazos de la iglesia católica. Desde entonces se la ve prosternada delante de un crucifijo, arrodillada a la puerta de las iglesias, desgranando su rosario, con la frente sobre las piedras...
Aparte de la ofensa gravísima que usted ha inferido a su esposo, del escándalo que la acompañó, de los que la siguieron, todo lo cual dificulta extraordinariamente la reconciliación, aparte de eso, repito, hay otra dificultad mayor. Y es que su marido de usted está fuera de la Iglesia católica. No tengo sobre él otra influencia que la que puede dar una amistad superficial.
Y no obstante esto, por instinto, por educación, por principios, amaba la verdad y aborrecía la mentira como pocos hombres. Pero ante todas cosas, y más que todo, se detestaba á sí propio. Sus angustias íntimas le habían llevado á adoptar prácticas más en armonía con las de la iglesia católica, que no con las de la protestante en que había nacido y se había educado.
Sobre su dovelage hay un cartelon de mediano gusto con una inscripcion que dice: Reinando la sacra, católica y real magestad del rey D. Felipe nuestro señor, segundo de este nombre. Hoy ermita de Sta. Quiteria, en la calle de los Judíos. Véase la pág. 223.
Palabra del Dia
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