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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Acogíala con un gesto de rústico desprecio, un fruncimiento de labios desdeñoso: algo que mostrase la indignación de una castidad hasta la rudeza, la insolencia de una virtud salvaje. Doña Manuela pareció decidida por fin a lanzarse en el viviente oleaje de la plaza. Vamos, Visanteta, no perdamos tiempo.... Tú, Nelet, marcha delante y abre paso.
Si la ignorancia tenía las alas cortadas al deseo o la castidad sujetaba a la naturaleza, ni él mismo lo sabía; que no sintiendo torpeza, no tuvo ocasión de combatirla.
La única cosa buena que ha hecho en su vida la tal viuda es concertarse con Satanás para enviar pronto al infierno a su galopín de marido y librar la tierra de tanta infección y de tanta peste. Ahora le ha dado a Pepita por la virtud y por la castidad. ¡Bueno estará todo ello! Sabe Dios si estará enredada de ocultis con algún gañán, y burlándose del mundo como si fuese la reina Artemisa.
Aquí se vé lucir pura y serena Tu frente que selló la castidad; Aquí se leen tus albos pensamientos Y la inefable candidez de tu alma, Y una elocuente imágen de la calma En la apacible vida del hogar. Aquí toda tu vida está en compendio Donde dice con cifra misteriosa: Bella argentina, madre cariñosa, Esposa tierna... ¿qué mas quieres, dí?
Ya no tenía una mujer á su lado como prolongación inevitable; vivía entre hombres... Y apreció la castidad como un placer que se le ofrecía con todos los encantos de lo nuevo. La segunda noche, en la estrecha y maloliente cámara del patrón, se sintió desvelado por los recuerdos, que volvían á retoñar. ¡Oh, Freya!... ¡Cuándo la vería otra vez!...
Fue la primera condición, ya cumplida, que una mujer de veinte años, discreta, briosa y apasionada y de la más baja clase del pueblo, viese a los tres mancebos encantados, que son los más hermosos que hay en el mundo, salir desnudos del baño, y que la limpieza y castidad de su alma fuesen tales que no se turbasen ni empañasen con el más ligero estímulo de liviandad.
»Tomóle en esto a Camila un fuerte desmayo, y, arrojándose encima de una cama que allí estaba, comenzó Leonela a llorar muy amargamente y a decir: »¡Ay, desdichada de mí si fuese tan sin ventura que se me muriese aquí entre mis brazos la flor de la honestidad del mundo, la corona de las buenas mujeres, el ejemplo de la castidad...!
A la última había renunciado; no a la primera, que seguía adorando con el mismo pudibundo y candoroso culto de los treinta años. Ni un solo vetustense, aun contando a los librepensadores que en cierto restaurant comían de carne el Viernes Santo, ni uno solo se hubiera atrevido a dudar de la castidad casi secular de don Cayetano. No era eso.
CELIO. Señor, lo que intentas mira. D. TELL. No mira quien está ciego. CELIO. Que repares bien te ruego, Que forzalla es crueldad. D. TELL. Tuviera de mí piedad, Celio, y yo no la forzara. CELIO. Estimo por cosa rara Su defensa y castidad. D. TELL. No repliques a mi gusto, ¡Pesar de mi sufrimiento!, Que ya es bajo pensamiento El sufrir tanto disgusto.
La castidad observada en los últimos tiempos á causa de sus dolorosas preocupaciones le atormentó ahora como un suplicio. Ella, que seguía esta revolución con ojos astutos, adivinándola en las contracciones de su rostro, sonrió triunfadora, pegando su boca á la de él.
Palabra del Dia
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