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Actualizado: 11 de junio de 2025
Está cerrada a su terminación por la base de la torre de la basílica, esbelta y elegante como pocas en España, y sólo sirve de camino ordinariamente a los canónigos que van al coro y a las devotas que salen a misa de madrugada. En esta calle, corta, recta, mal empedrada y de viejo caserío, se alzaba el palacio de Quiñones de León.
Para hacerlo así marchó una mañana a Bellevue; cuando llegó a casa del pintor, dijéronle que Beatriz se hallaba en el jardín, probablemente en el taller de su marido. Este taller se encontraba a alguna distancia del caserío de la quinta, y no encontró en aquél sino a Jacques, trabajando concienzudamente en sus recuadros, que prometían ser verdaderas maravillas.
Son apenas las 11; hemos marchado más rápidamente que el correo. Nos detenemos un instante en un caserío, donde mi compañero tiene relación, y parlamentamos hasta conseguir un almuerzo que nos evita detenernos en Villeta. ¡Qué apetito aquél!
Un día le avisaron para llevar el Viático a un caserío próximo a la villa. Como era preciso caminar algún tiempo a campo traviesa, fue sin campanilla ni convocar a los fieles. Salió solo con el sacristán, la bolsa de los corporales colgada al cuello y en ella la Sagrada Forma. El camino ceñía a trechos la orilla de la mar. Fascinado como siempre por la inmensidad del océano, distrajo su atención del misterio inefable que llevaba sobre su pecho, dejó de balbucir oraciones y entregó su pensamiento a las mismas meditaciones que noche y día le embargaban hacía tiempo. Los rayos del sol desparramados sobre los cristales del agua le impulsaron a considerar la acción suprema, omnipotente de este astro sobre la vida terrestre.
Se veían los dos por los montes de Navarra y de Guipúzcoa al frente de una partida, viviendo siempre en acecho, en una continua elasticidad de la voluntad, atacando, huyendo, escondiéndose entre las matas, haciendo marchas forzadas, incendiando el caserío enemigo... ¡Y qué alegrías! ¡Qué triunfos!
El Inteleto le cuchicheó algo dentro del cráneo, y Belarmino salió a la calle, fué andando hasta la aldea, y en el primer caserío encargó que le buscasen una urraca y se la llevasen al cuchitril. Había oído que a las urracas, con paciencia y buen vino, se les enseña a hablar. Hubiera preferido un loro, pero no tenía dinero y dudaba que se encontrasen en el mercado.
Desde el corredor alto se veía parte del Campo de Guardias, el Depósito de aguas del Lozoya, el cementerio de San Martín y el caserío de Cuatro Caminos, y detrás de esto los tonos severos del paisaje de la Moncloa y el admirable horizonte que parece el mar, líneas ligeramente onduladas, en cuya aparente inquietud parece balancearse, como la vela de un barco, la torre de Aravaca o de Húmera.
Pero esos son unos salvajes replicó doña Celestina . No quiero que la Shele vaya allí. La tratarían muy mal. ¿Y Machín? preguntó el cura . ¿Machín el mozo? ¿El de mi caserío? Sí. Pero, ¿no es tonto ese muchacho? ¡Ah! ¡Claro! No vamos a encontrar un hombre perfecto como los de la Constitución del año doce. El señor vicario se permitía alguna bromita de cuando en cuando contra las ideas liberales.
Veo también las ruinas de un caserío, y en estas ruinas el extremo de la retaguardia de una división servia que se retira hacia la costa del Adriático. Mi amigo manda el extremo de esta retaguardia, una masa de hombres que fué una compañía y ahora es una muchedumbre.
Vieron la iglesia alzarse por encima del chato caserío; un débil reflejo dorado, que no era todavía sol, tocó la cruz, y envolvía poco a poco el campanario; luego fue descendiendo por los ladrillos del muro, y pronto el templo entero y todo el arrabal se bañaban en la ligera claridad de oro.
Palabra del Dia
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