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Actualizado: 27 de junio de 2025


No debemos olvidar a Carraspique ni a Barinaga, ni al graciosísimo ateo, ni a la turbamulta de figuras secundarias que dan la total impresión de la vida colectiva, heterogénea, con picantes matices y espléndida variedad de acentos y fisonomías.

Doña Paula volvió a sentarse y haciendo alarde de una paciencia, que ni la de un santo, dijo, con mucha calma, pesando las sílabas: A buscarte, Fermo, a eso ha ido. Mal hecho, madre. Yo no soy un chiquillo para que se me busque de casa en casa. ¿Qué diría Carraspique, qué diría Páez?... Todo eso es ridículo.... Ella no tiene la culpa; hace lo que le mandan. Si está mal hecho, ríñeme a .

El Magistral se paseaba a grandes pasos, con las manos a la espalda, en la cámara roja, cubierta de damasco. Carraspique, que vestía el luto reciente de su hija, miraba a don Fermín con los ojos arrasados en lágrimas.

Carraspique, aunque con mucho miedo, animado por su afán piadoso de salvar a don Santos, se atrevió a decir: Sin embargo, tal vez.... Se ven muchos casos.... ¿Casos de qué? preguntó el Magistral con un tono y una mirada que parecían navajas de afeitar . ¿Casos de qué? repitió porque el otro callaba. Puede pasar el delirio y volver a la razón el enfermo. No lo crea usted.

Este era el pontífice infalible en aquel hogar honrado. Tenían cuatro hijas los Carraspique; todas habían hecho su primera confesión con don Fermín; habían sido educadas en el convento que había escogido don Fermín; y las dos primeras habían profesado, una en las Salesas y otra en las Clarisas.

Yo sospecho continuó el doctor que mi pobre Carraspique está supeditado a la voluntad de algún fanático, v. gr. el Rector del Seminario. ¿No le parece a usted que puede ser el señor Escosura, ese Torquemada pour rire, el que ha traído a esta casa tanta desgracia? No, señor; no creo que sea ese, ni que haya en esta casa tanta desgracia como usted dice. ¡Van ya dos niñas al hoyo! ¿Cómo al hoyo?

Pero además hacía algunas semanas que se hablaba mucho de la Regenta, se comentaba su cambio de confesor, que por cierto coincidía con el afán del señor Quintanar, de llevar a su mujer a todas partes. Se discutía si el Magistral haría de su partido a la de Ozores, si llegaría a dominar a don Víctor por medio de su esposa, como había hecho en casa de Carraspique.

Pues Ronzal, aunque se llama conservador y quiere la unidad católica y otros principios que contiene nuestra política, no es buen cristiano, no lo es como se necesita que lo sea el marido de una Carraspique. Aquel calor con que defendía los intereses espirituales de la familia, les llegaba al alma a los amos de la casa. Ronzal fue desahuciado. El Magistral habló todavía de otros asuntos.

El enfermo perdía el uso de la poca razón que tenía muy a menudo; se necesitaba alguna impresión fuerte para que volviese a discurrir lo poco que sabía. La entrada de don Robustiano, o sea de la ciencia, le hacía volver la atención a lo exterior. Al medio día le anunció Celestina que quería verle el señor Carraspique.

Carraspique, a quien en otro tiempo había pedido dinero prestado don Santos, tenía alguna autoridad sobre el enfermo; no se hablaban muchos años hacía, pero se estimaban a pesar de las ideas y de la frialdad que el tiempo había traído.

Palabra del Dia

lanterna

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