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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Las calles de Niza estaban repletas de forasteros como en los años de paz, cuando se celebraban las fiestas de Carnaval. Monte-Carlo veía aumentar considerablemente su público y se abrían nuevas salas en el Casino.
Los mozos son de la más alta estirpe administrativa: entre ellos está representada la secretaría del presidente de la República, por un empleado, que aunque sirve el té y el agua con panal, no se apea de su categoría de empleado público, la guerra y la hacienda forman parte de los «Tenorios de Plata», que bailan en la Alegría las tres noches de carnaval.
En el teatro les vereis aplaudir con entusiasmo, aunque no siempre con criterio; en el baile, cordiales y contentos; en la mesa expansivos; en el carnaval hechos locos y muy espirituales en sus sátiras y disfraces. Donde mas se revela el espíritu de asociacion del Catalan es en el casino ó el café. El catalan no se resigna jamas al aislamiento.
A fuerza de transacciones y equilibrios, había conseguido hasta entonces sostenerla lo mismo que el Liceo. En éste, por supuesto, ni había representaciones teatrales ya, ni se bailaba sino en días señalados, como el de las Candelas, los de Carnaval y el de Santa Engracia.
Pues, ¿y en Carnaval? Las mascaradas caprichosas, los confites arrojados de la calle a los balcones, y viceversa, el entierro de la sardina, los cucuruchos de dulce de la piñata, todo lo disfrutaba la hija de la calle.
Jacobo, cansado al fin de dar vueltas, acabando de creer que el asunto todo de los masones era una farsa y la carta de Pérez Cueto un chasco de Carnaval que debía completarla, decidióse a llamar como última prueba a la puertecilla condenada, única que, fuera aparte de la del hotel, había en la calle; los golpes retumbaron en el silencio, y un eco muy extraño, que asustó a Currita, los reprodujo a lo lejos.
Era la última noche de carnaval y el mulato Alejandro estaba de baile. Su comparsa, los «Tenorios de Plata», con su brillante uniforme blanco y celeste y sus botas imitadas en hule, invadía el teatro de la Alegría, campo de las batallas galantes de la clase, en los tres días clásicos del año.
Habló entónces el quarto, y dixo: Yo soy rey de los Polacos; la suerte de la guerra me ha privado de mis estados hereditarios; los mismos contratiempos ha sufrido mi padre: me resigno á los decretos de la Providencia, como hacen el sultan Acmet, el emperador Ivan, y el rey Carlos Eduardo, que Dios guarde dilatados años; y he venido á pasar el carnaval á Venecia.
Bastó un saludo algo tímido para que Feli sonriera, olvidando todos los propósitos de seriedad que se había forjado al verle. Sus mejillas se enrojecieron con el recuerdo de lo ocurrido en la tarde cíe Carnaval. Isidro comenzó a hablarla con emoción.
Aunque me ames, Miguel, tengo la seguridad de que no sientes por mí la admiración respetuosa, el entusiasmo que sentías el día de Carnaval echado a mis pies en el carruaje... ¿Comprendes ahora mi tristeza y mis lágrimas? Miguel comprendió que era necesario estar de acuerdo con la generala, aunque fuese por breves instantes. Bajó la cabeza y quedó pensativo y triste.
Palabra del Dia
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