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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Y esta pobre continuó el médico prosigue la santa obra de la alegría. Cuando se ve sola, piensa en la otra, piensa en el oficial muerto, y huye en busca de los agonizantes, como si el dolor ajeno fuese su refugio. La sala de los incurables, de los que están condenados á morir, es su lugar preferido. Y canta, cuando minutos antes suspiraba á solas; ríe, con los ojos cargados aún de lágrimas.
Las necesidades de la guerra se hacían sentir desde el primer momento, absorbiendo todos los medios de comunicación. El tren quedaba inmóvil horas enteras para dejar paso á otros trenes cargados de hombres y de material militar. En todas las estaciones había soldados en traje de campaña, banderas, muchedumbres que vitoreaban.
Quevedo tomó una espada, una daga y dos pistoletes, después de cerciorarse que estaban cargados, y se los puso en el talabarte; á seguida salió de la cámara y abrió una de las puertas que suponía de balcón; pero se había engañado, aquella puerta tenía detrás una fuerte reja.
La sorpresa y... dígase de una vez, la indignación de aquellas buenas muchedumbres llegaron a su colmo cuando vieron que por el camino adelante venían dos carros cargados con enormes piezas de piedra blanca y fina. ¡Ah!
Y llega la noche, esa noche impregnada de extraña melancolía en que los pobres comediantes, al volver del ensayo con los párpados cargados de sueño, se aplican á sacar de su equipaje los trajes que han de necesitar para el éxodo que emprenderán al siguiente día.
Desembarcan los trabajadores cargados de herramientas, y las mujeres con la cesta al brazo, erguidas sobre su talle. Hacia el Imperio o hacia el Reino, poco a poco va quedando vacío el vapor, y cuando descendemos nosotros en el puente del Mas-de-Giraud, casi no queda nadie a bordo.
1 Y oyendo la reina de Sabá la fama de Salomón, vino a Jerusalén para tentar a Salomón con preguntas oscuras, con un muy grande ejército, con camellos cargados de aroma, y oro en abundancia, y piedras preciosas. Y luego que vino a Salomón, habló con él todo lo que tenía en su corazón. 2 Pero Salomón le declaró todas sus palabras; ninguna cosa quedó que Salomón no le declarase.
Finalmente estando para salir para Burdeos un navío francés, y no quedándole carneros cargados de diamantes que embarcar, ajustó en lo que valia un camarote del navío, y mandó pregonar en la ciudad que pagaba el viage y la manutencion, y daba dos mil duros á un hombre de bien que le quisiera acompañar, con la condición de que fuese el mas descontento de su suerte, y el mas desdichado de la provincia.
Los dedos, cargados de sortijas de todas las épocas y todos los tamaños, apenas podían jugar para llevar la copa a los labios. Su traje, debajo del mantón alfombrado, brillaba con reflejos metálicos de oro viejo como una casulla de la Edad Media.
Marchando junto á sus carros cargados de estiércol ó montados en sus borricos sobre los serones vacíos, encontró en el hondo camino de Alboraya á muchos de los que habían presenciado el juicio. Eran gentes enemigas, vecinos á los que no saludaba nunca.
Palabra del Dia
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