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Un señor que vino al pueblo cargado de talegas; que á todos sus parientes ha puesto hechos unos señores; que no bien sabe que hay un vecino necesitao, ya está él socorriéndole; que alza él solo casi todas las cargas del lugar; que corta todos los pleitos para que no se coma la Justicia la razón del que la tiene y el haber de la otra parte, y que no quiere por tanto beneficio más que la bendición de los hombres de bien. ¿Qué más satisfacción para nosotros que ver á nuestro hijo en el día de mañana bendecido como don Damián?

Un invernáculo incomparable, inundado de luz eléctrica; la mesa instalada en el invernáculo, bajo un parral cargado de racimos... en el mes de abril, y se podían sacar cuantos quisierais! Sólo los accesorios del cotillón parece que habían costado cuarenta mil francos. Alhajas, bomboneras, y mil adornos deliciosos... que rogaban a la concurrencia se los llevara.

Allí también había permanecido muchos días envuelto en trapos, en un ambiente denso cargado de olor de yodoformo y humo de cigarros a consecuencia de dos cogidas; pero este mal recuerdo no le impresionaba. En sus supersticiones de meridional sometido a continuos peligros, pensaba que este hotel era «de buena sombra» y nada malo le ocurriría en él.

El rostro cargado de colorete y de pasta blanca no conseguía ocultar las arrugas de la edad y otras huellas de una vida trabajosa. ¡Pero aquellos ojos!... Robledo se sentía por momentos más convencido de que era Elena. Los dos se miraron fijamente. Después ella preguntó por señas si podía acercarse, pasando al fin á su mesa. He creído mejor entrar aquí, para que hablemos.

Finalmente, después de dadas muchas voces, al cabo carga un porquerón con el viejo alfamar de la vieja, aunque no iba muy cargado. Allá van todos cinco dando voces. No en qué paró. Creo yo que el pecador alfamar pagara por todos, y bien se empleaba, pues el tiempo que había de reposar y descansar de los trabajos pasados, se andaba alquilando.

El Administrador, un joven cejijunto, de negra y espesa barba, un poquito cargado de espaldas, sale a recibir a los viajeros, seguido de varios curiosos, los cuales, viendo que no han llegado amigos, ni parientes, ni personajes notables, ni muchachas bonitas, se retiran mohínos, haciendo un gesto de contrariedad. Pronto las mulas quedan desenganchadas.

Hay cantos donde se pinta mejor el amor inocente y puro; los hay también que reproducen con más verdad las amarguras del amor desgraciado ó los gritos desesperados de una pasión tempestuosa y loca; pero ninguno donde el amor se muestre tan feliz y embriagador, henchido de alegría y cargado de perfumes; donde el alma y los sentidos reposen con más deleite. ¡Oh!

Cada uno de ellos quedaba cargado con tres mil kilos de mineral, mil quinientos de cok y quinientos de caliza. La carga entraba por arriba en los tubos gigantescos, y lentamente, en el incendio de sus entrañas, formábase el metal que descendía por su peso hasta salir por la base de las torres. Día y noche ardían los altos hornos: el enfriamiento era su muerte.

Con frecuencia salía don Paco tan cargado de esta tertulia, que se proponía y casi resolvía no volver a ella o, al menos, ir poco a poco retirándose.

¡Ah pensaba, si después de esto no comprende que lo amo, si no me perdona mi dinero! Estamos a 10 de agosto, día en que debe volver Juan a Longueval. Bettina se despierta muy temprano, se levanta y corre a la ventana. Un gran sol naciente disipa los vapores de la mañana. La víspera, por la noche, el cielo estaba amenazando, cargado de nubes.