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Actualizado: 17 de junio de 2025


Jaime, muchacho gordinflón y bullicioso, se encariñó en seguida con este camarada calmoso y fuerte que se sometía a sus caprichos. Su «amigo Juan» se le hizo indispensable. No tardó el niño pobre y reflexivo en tener una ligera influencia saludable sobre el niño rico. En cuanto a María Teresa, demasiado pequeña para ser otra cosa que un despótico baby, era gran favorita de Juan.

Doña Inés, que así se llamaba la hija de don Paco, venerada esposa de don Alvaro Roldan, tenía también muchos costosos caprichos de varios géneros. Se vestía con lujo y elegancia no comunes en los lugares; sustentaba canarios, loros y cotorras; era golosísima y delicada de paladar, y los mejores platos de carne y los almírabes más apetitosos se comían en su mesa.

El tejedor ejecuta su trabajo con el mayor esmero, sirviéndose del telar y los utensilios necesarios, pero haciéndolo todo á mano, pues ninguna máquina podría ejecutar los admirables caprichos de la moda, los bordados, los dibujos y matices finísimos que las sederías requieren cuando no son estampadas.

Caprichos de mi padre, que era autor dramático y zapatero, o zapatero y autor dramático, según el orden de prelación que usted prefiera. Todos mis nombres lo son también de famosos dramaturgos de otros tiempos: Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, Francisco de Rojas Zorrilla.... De ese Zorrilla, autor del Tenorio, algo hablar cuando era niña interrumpió doña Emerenciana.

»Mas, ¿para qué había de entretenerme en buscar la razón de tan inexplicables caprichos, y en apiadarme de Antonia, en vez de ir al salón directamente?

Con esto la niña, que había mostrado siempre marcada inclinación a las pompas mundanas, se puso insufrible. Parecía una sultana cruel y despótica. A fuerza de ver inmediatamente obedecidos sus caprichos, ni sabía ella misma lo que quería. Tan pronto llamaba a un mancebo y le permitía sentarse a sus pies y le escuchaba y le miraba amablemente, como le arrojaba con ademán feroz y viento fresco.

El Padre, después del salto, con tanta dulzura y cortesía como firmeza, reprendió por sus locuras a doña Luz; dijo que podría ser motivo de escándalo el verle correr y saltar de aquel modo; prometió no volver a salir nunca más a caballo, y cumplió la promesa. Esta misma firmeza de voluntad encantó a doña Luz, aunque iba contra sus gustos y caprichos.

Eres aún muy niña y en tu edad los afectos suelen ser más bien caprichos que pasiones. Aunque hoy me quieras con toda el alma, si mañana dejases de verme y estuvieses separada de por algún tiempo, quizá ese amor se fuera debilitando y al cabo concluyera por extinguirse. No es que deje de tener confianza en ti, hermosa, pero todo cabe en lo posible.

Porque la infeliz D.ª Carmen, a más de no hallarse muy al tanto de los usos sociales, era tan débil con los caprichos y fantasías de su hijastra, que los tomaba sin inconveniente por actos razonables, por expresión de su gusto indiscutible y su elegancia. Algún disgusto le proporcionó tal vanidad.

Perdóneme si tengo pocas veces el honor de ofrecerle mis respetos; mis muchas ocupaciones me privarán de este placer. Por lo cual no reclamo más que un título... el de ser amigo de usted. Y un solo derecho... el de satisfacer sus menores caprichos. Judit no contestó; pero su corazón latía con tal violencia, que hacía mover el ligero percal de su bata.

Palabra del Dia

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