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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Se apoderó de las manos de su marido y exclamó con voz apenas perceptible: ¡Jamás, jamás le he querido...! ¡Jamás, jamás he dejado de quererte a ti...! Un capricho infame... ¡Calla, Elena! En ti no caben los caprichos infames porque estás amasada con la pasta de los ángeles... Sintieron que tu corazón era inexpugnable y atacaron tu cerebro, que es más débil, pobre Elena...

Comprar al príncipe el derecho de vivir sometido a todos sus caprichos y brutalidades, y el de trabajar bajo los reglamentos más estúpidamente antieconómicos, en el mejor de los casos en el del hombre libre eran ciertamente condiciones sociales, económicas y morales que hacían imposible la prosperidad del habitante y el progreso de la nación.

Nada le importaba en el fondo este descubrimiento, pero quería comunicárselo al Padre Paulí, y que éste la ayudara con sus consejos. Además, tenía que hablarle de la niña, rogando que la diese un buen repasón. Estaba en la edad de los caprichos y las tonterías, y ella, después de la tarde en que la había sorprendido en el jardín con el ingenierillo, sentía cierta intranquilidad.

Ya la casa estaba lista: barrido el corredor, arreglada la salita, dispuesta la mesa. La doncella solía sentarse a mi lado. Me atendía y me servía como una hermana cariñosa al chicuelo preferido, dispuesta a satisfacer todos mis deseos y caprichos, adivinándome el pensamiento. Mi tía parecía complacerse en aquella dulce y sencilla fraternidad.

Juan, ¡cuánto he debido hacerlo sufrir! ¿Por qué soportaba con tanta paciencia aquellos caprichos de niña mimada?

Circunspecta por carácter y posición, no hablaba nunca más que para responder con breve urbanidad a las preguntas que se le dirigían, y obedecía, si no con paciencia, al menos con calma imperturbable las con frecuencia mortificantes órdenes y tiránicos caprichos de la baronesa: un imperceptible vertical pliegue entre los dos arcos de sus cejas, que se acentuaba algunas veces bruscamente, podía sólo dar testimonio de la secreta repugnancia que le causaba su casi servil situación.

Todos aquellos regios caprichos, así como la Casa de Fieras, declaran la época de Fernando VII, que si en política fue brutalidad, en artes fue tontería pura.

En esa llanura inmensa, todo lo que se movía cambiaba de tamaño sin gradaciones ordenadas, desorientando y aturdiendo los ojos todavía no acostumbrados á los caprichos ópticos del desierto. Llegó la joven dando gritos y agitando el lazo para excitar la marcha de la res que venía persiguiendo, hasta que la obligó á refugiarse en un cercado de maderos.

No señor, si no me deja usted explicarme.... Si yo quiero salir de aquí; si precisamente... pero en cuanto a lo de irme a la fonda, no señor. Una cosa es que una tenga sus caprichos y una buena voluntad, ¿entiende usted? y otra cosa que a una la regalen a los amigos, y la lleven y la traigan... y.... Pero, Petrica, si no es eso, si yo por tu bien.... Don Álvaro bajaba la voz y Petra la levantaba.

Las enfermedades y los caprichos de la esposa, los gastos exorbitantes de la casa, el llanto de los chiquillos, las exigencias de la nodriza, todas las miserias y contrariedades de la vida matrimonial en suma, se ofrecían a su imaginación con tal relieve y sabía describirlas tan gráficamente que, escuchándole, a nadie le entraba en apetito el probarlas.

Palabra del Dia

bagani

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