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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Andando el tiempo, e intimando el trato, llegaron a sentirse atraídos por la genial bondad del sacerdote cuantos habitaban la casa; pero siempre fue Josefina quien, verdaderamente encariñada con el capellán, parecía gozarse más en frecuentar su compañía.

¿Llega usted ahora mismo? preguntó asombrado el capellán. , señor.... Primitivo dice que estuvieron llamando anoche a mi puerta él y otros dos, pero que no les abrió nadie.... Verdad que mi criada es algo sorda; mas con todo..., si llamasen como Dios manda.... En fin, que hasta el amanecer no me llegó el aviso.

Luego se había ordenado, se hizo fraile, estuvo en Filipinas; finalmente, se secularizó y vivía en Lancia como capellán suelto. Mientras la guerra no se habían conocido. Cuando se encontraron en Lancia quedaron unidos con indisoluble amistad por la identidad de ideas, por el recuerdo de las gloriosas batallas a que asistieron... y por la ginebra.

Por el momento no tenía otro que Barragán, porque don Matías, el capellán castrense que ocupaba el gabinete, se había marchado con el regimiento a Valladolid. Sobre Barragán, pues, solamente caían los desdenes y vejámenes del empleado del Tribunal de Cuentas. En la mesa le llevaba la contraria constantemente.

¿Está usted loco? respondió don Pedro, fulminándole una mirada despreciativa . ¿Llamar a Juncal..., después de lo que trabajó contra en las elecciones? Máximo Juncal no atravesará más las puertas de esta casa. No replicó el capellán, pero pocos días después, volviendo de Naya, se tropezó con el médico.

Por depresiva que fuese para el amor propio del capellán la observación, hubo de reconocer su exactitud. No obstante, picado ya, se propuso agotar los recursos del ingenio para conseguir la victoria en lucha tan desigual. Y su caletre le sugirió la siguiente perogrullada: Pero, señor marqués..., ¿por qué no sale un poco al pueblo? ¿No sería ése el mejor modo de desenredarse?

Las personas de su intimidad, sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su parecer sobre la gente de sotana.

Julián distaba de él unos cuantos pasos no más, cuando oyó dos o tres gritos que le helaron la sangre: clamores inarticulados como de alimaña herida, a los cuales se unía el desconsolado llanto de un niño. Engolfóse el capellán en las tenebrosas profundidades de corredor y bodega, y llegó velozmente a la cocina.

Este escrito suministra el siguiente catálogo de los dramáticos más célebres de aquel tiempo: El licenciado Pedro Díaz, jurisconsulto, que fué de los primeros que pusieron las comedias en estilo; el licenciado Cepeda; el licenciado Poyo, sacerdote; el licenciado Berrio, insigne letrado y tan conocido de los Consejos del Rey nuestro Señor, el licenciado D. Francisco de la Cueva, tan docto y tan celebrado coma sabemos de todos los ingenios de España; el licenciado Miguel Sánchez, secretario del Ilustrísimo de Cuenca; el maestro Valdivieso, capellán del Ilustrísimo de Toledo y cura de Santorcaz; el Dr.

Dos años más tarde se hizo sacerdote, sin renunciar por esto á su antigua ocupación de poeta dramático; el Rey le concedió una plaza de capellán en Toledo, de la cual tomó posesión el 19 de julio de 1653, y en 1663, para tener al poeta más cerca de su persona, le concedió otra plaza en la capilla Real, añadiendo luego, para aumentar sus emolumentos, las rentas de un beneficio en Sicilia.

Palabra del Dia

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