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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Excitado por la murmuración, don Benigno bebió algunos vasos más de los acostumbrados, y el capellán no quiso quedarse atrás. Cuando los tertulios salieron de la tienda formando la clásica cadena, don Segis advirtió con satisfacción que la pierna entumecida le pesaba menos, y se lo hizo observar a don Benigno, que le dió por ello la enhorabuena.

Cuya vida Nuestro Señor guarde con las felicidades y puestos que merece y este humilde capellán suyo le desea. Madrid y julio 24 de 1680. Excmo. Sr.: B. L. M. de V. E. su humilde capellán D. Pedro Calderón de la BarcaMemoria de comedias de D. Pedro Calderón, enviada al Excmo. Sr. Duque de Veragua. La vida es sueño. Casa con dos puertas. El purgatorio de San Patricio. La gran Cenobia.

Había en el establecimiento un criado gallego, mozo de veinticinco años a lo sumo, alto, grueso, fornido, del cual se contaba entre los chicos que había levantado dos hombres con los dientes y otras proezas; con éste determinó de habérselas nuestro capellán.

El 18 llegó dicho Guzman donde estaba el barco, y habiendo tirado un tiro antes de llegar, viendo el acompañamiento de indios, los soldados de la expedicion se asustaron, á caso por ser los primeros indios que habian visto. Entregó las cartas que llevaba; las leyó dicho Capitan comandante, y leidas dijo á dicho práctico, "caminemos, y mas que se quede el P. Capellan y la comitiva."

Habitaba el capellán en casa de los Algalias un cuarto, casi una celda, de humilde aspecto, que los señores quisieron inútilmente amueblarle con mayor regalo.

Entretuvo como pudo la conversación el capellán con las noticias que por Sevilla corrían, siendo gran parte para ello lo que se contaba de la liga del rey Católico con los venecianos para su guerra contra el Gran Turco.

Eran las montañas negras, duras, macizas en apariencia, bajo la oscurísima techumbre del cielo tormentoso; era el valle alumbrado por las claridades pálidas de un angustiado sol; era el grupo de castaños, inmóvil unas veces, otras violentamente sacudido por la racha del ventarrón furioso y desencadenado.... A un mismo tiempo exclamaron los dos, capellán y señorita: ¡Qué día tan triste!

Ni él mismo sabía lo que le correteaba por el magín. Bien presumía antes a cuántos riesgos se exponían Nucha y su hija viviendo en los Pazos: ahora..., ahora los divisaba inminentes, clarísimos. ¡Tremenda situación! El capellán le daba vueltas en su cerebro excitado: a la niña la robarían para matarla de hambre; a Nucha la envenenarían tal vez.... Intentaba serenarse. ¡Bah!

¡Hola, amigo D. Lesmes! ¡Qué encuentro tan feliz! ¿Cómo á estas horas por aquí? exclamó en tono jovial y un si es no es burlón. El capellán se puso colorado hasta las orejas. Voy á ver al señor cura de Villoria que me han dicho se encuentra un poco enfermo. ¡Siempre practicando obras de misericordia!... ¿Y qué tiene el señor cura? Pues según parece es un enfriamiento.

Cuando llegó usted a casa creímos que el capellán era demasiado joven.... no se ofenda usted...: estábamos acostumbrados a la frente rugosa, a las canas del pobre viejecito que le precedió. Después hemos visto que el carácter suple en usted lo que otros adquieren a fuerza de años; y, francamente, nadie hubiera creído que pueda infundir tanto respeto quien cuenta todavía tan pocos.

Palabra del Dia

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