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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Lleno de esperanza, alzó la voz cuanto pudo, y dio su recado. Que la señora estaba en la capilla, con el señor capellán.... Que le habían despedido de allí.

¡Pobre señora!... No hablemos de ella. Pero habló para lamentar sus prodigalidades de devota. Había dedicado millones á la construcción en España de un hospital enorme por consejo de su capellán aragonés, el astrónomo de los Campos Elíseos.

Sabel se incorporaba ayudada por el capellán, gimiendo y exhalando entrecortados ayes.

El duque vio, ante todo, en su capellán un hombre que sabía guardar las distancias, y la niña, querida de sus padres con ese cariño de los poderosos, quizá algo frío porque no impone sacrificios, encontró en Lázaro un alma joven, dispuesta a comprender las impresiones que en los albores de la vida se alzan en el corazón de la mujer.

¡Y me hace el favor de decirme quién demonios es usted para que me hable de esta manera... vamos, como un capellán de cárcel en su visita semanal a las celdas! Mejor es que sepa contener su lengua, hombre, y reflexione bien en mis palabras, le dije. No soy persona de entrar en argumentos. Procedo. Pues, proceda como mejor le plazca. Yo haré lo que crea más conveniente, ¿me oye?

José de Valdivieso, sacerdote y capellán del arzobispo de Toledo, mantuvo estrechas relaciones de amistad con los más célebres poetas de su época, para quienes su casa era un punto de reunión y trato. Parece que se consagró á la poesía, más bien por su afición á ella que por vocación especial.

No sabía éste qué hacer de su persona, y pensó que lo mejor era emprender de nuevo plática con los santos. Subió. Las velas seguían ardiendo, y el capellán volvió a arrodillarse. Las horas pasaban y pasaban, y no se oían más ruidos que el viento de la noche al gemir en los castaños, y el hondo sollozo del agua en la represa del cercano molino.

La esposa hincó más sus ojos en los del capellán e hizo dos o tres interrogaciones concretas, terminantes. Aquí del jesuitismo, mejor dicho, de la verdad cogida por donde no pincha ni corta. Me puede creer; ya ve que no había de tener gusto en decir una cosa por otra: no de quién es el chiquillo. Nadie lo sabe de cierto. Parece natural que sea del querido de la muchacha.

Pero el capellán de Sarrió no se hallaba penetrado de la intención de su compañero, y si se hallaba, no alteraba gran cosa sus sentimientos. Ateníase al resultado, y éste era triste para él. Antes de la llegada de Gil puede decirse que campaba él sólo entre el bello sexo de Peñascosa y señoreaba sus conciencias. Los demás capellanes no le hacían sombra alguna. Era el niño mimado de las beatas.

No estaba seguro de que fuera Bactriana lo que había leído, pero en sus disputas de la aldea era poco escrupuloso en los datos históricos, porque contaba con la ignorancia del concurso. El capellán no sabía lo que era la Bactriana; y así le parecía el más ridículo y gracioso disparate la ocurrencia de traer de allí el cristianismo.

Palabra del Dia

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