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Actualizado: 13 de junio de 2025
Al anochecer, ellas y sus amigas pasean por esta bella plaza solitaria, de dos en dos, de tres en tres, cogidas de la cintura, con la cabeza inclinada a un lado, mientras cuchichean, mientras ríen, mientras cantan alguna vieja tonada melancólica. En el fondo, la iglesia se perfila en el azul negruzco; el aire es dulce; las estrellas fulguran.
Despertó al recibir en sus ojos la luz de una bujía. La mujer del conserje había subido otra vez para preguntarle si necesitaba algo. ¡Qué noche!... Oígalos cómo gritan y cantan. ¡Las botellas que llevan bebidas!... Están en el comedor. Es preferible que usted no los vea... Ahora se divierten rompiendo los muebles.
Así lo afirman y lo cantan los tres arcángeles en el maravilloso prólogo del Fausto. Ello será, sólo Dios sabe de qué suerte. Lo único que yo afirmo, con el apoyo de los tres arcángeles, cuyo cantar aplaudo, es que no crece ni mengua, en su conjunto, la cumplida perfección de lo creado.
Vosotros añadía Gabriel no sufrís la esclavitud del trabajo como los que viven en plena explotación moderna. La Iglesia no os exige grandes esfuerzos, el servicio de Dios no os destruye por medio de la fatiga, pero os mata de hambre. Existe una desigualdad monstruosa entre lo que ganan los que cantan sentados en el coro y vosotros que prestáis al culto el esfuerzo de vuestros brazos.
Hay teatro allí, y lecherías, y una casa de anchos comedores, y criados de chaqueta negra, que pasan con las botellas de vino en cestos a la hora de comer, cuando los pájaros cantan en los árboles.
Las estrofas campesinas, cantan guerras y amores, la tristeza de la partida y la alegría del retorno, celos y desesperación, ó se ejercen en la burla de los convecinos: pero nunca describen la belleza de los campos, ó la majestuosa serenidad que desciende del cielo.
Indómitos guerreros Ante el altar caidos, Blandiendo los aceros De sangre reteñidos, Venid, llegó la hora: La América hoy valora Vuestra mision viril. Llegad, nubes de incienso Bañando vuestras frentes, Oireis el himno inmenso Que pueblos reverentes Cantan en el osario, No al génio sanguinario, Ni al Régulo opresor.
Yo tengo unas amigas que cantan en golpes graves y metálicos por la mañana; que sollozan por la tarde en un canto largo y plañidero de despedida. Vivo al lado de una iglesia. Y estas amigas son las campanas. La iglesia es vieja, con las paredes amarillas y desconchadas, con una torre puntiaguda.
En los aristocráticos lapasan, se bailan habaneras y rigodones, se cantan trozos de ... cualquier cosa, y se bebe vino de Europa en vaso: mientras que en los lapasan tradicionales, en los puros tagalos, se empina coquillo, se baila cumintang, se canta cutang-cutang, se bebe en tabo, se come lechón, y por todo mantel está el verde césped, por todo tenedor los cinco dedos, y por todo pan sendas pelotas de morisqueta.
Además que no ha cantado nada malsonante, sino una canción de las que cantan las gentes finas, en la que dice que una joven llamada Atala... ¿Qué pamplinas va usted a contarme, don Modesto? dijo Rosita indignada . ¡Si no sabré yo lo que dice el Año Cristiano de Atila, que fue un rey de los bárbaros que invadieron a Roma, y de quien triunfó la elocuencia de San León el Magno, Papa a la sazón!
Palabra del Dia
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