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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Perecida de risa estaba la duquesa, viendo la cólera y oyendo las razones de Sancho, pero no dio mucho gusto a don Quijote verle tan mal adeliñado con la jaspeada toalla, y tan rodeado de tantos entretenidos de cocina; y así, haciendo una profunda reverencia a los duques, como que les pedía licencia para hablar, con voz reposada dijo a la canalla: ¡Hola, señores caballeros!

¡Pero si hay más, Butrón, si hay más!... ¡Si es infame! prosiguió Currita muy animada . A la una me entregó anoche el buey Apis la carta... A las diez llega hoy, de repente, la policía a registrarme mis papeles... ¡Negocio redondo que buscaba el gran canalla!... ¡Coger de nuevo la carta y quedarse con mi dinero!... Pero ¿la han cogido? exclamó Butrón consternado.

Yo, en verdad, no sabía lo que usted acaba de decir; pero allá en la oficina decir otras cosillas que no si sonarán bien en las orejas de la canalla. ¿Por qué no va mi Sr. D. Luis a contárselas, a ver si con el gusto se les quita el destemple? ¿Qué noticias son ésas? Nada, poca cosa.

Estuve con él más de un mes, no por el gusto de la vida que tenía, sino por el que me daba saber la de mi amo, y por ella la de todos cuantos moriscos viven en España. ¡Oh, cuántas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipión amigo, desta morisca canalla, si no temiera no poderlas dar fin en dos semanas!

Además, en la calle de la Escalinata creo que ha habido ayer otra reunión por el estilo. Oír esto García y perder la razón fue todo uno. Y en su locura furiosa comenzó a desbarrar de un modo lamentable. Lo mejor que se le ocurrió para contrarrestar la obra tenebrosa de aquella vil canalla fue ir a visitar al inspector de policía del distrito y prevenirle de tales focos de conspiración.

-Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla -dijo don Quijote. Y, sin esperar más respuesta, picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo que, si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto.

Levantóse don Quijote en pie, y, poniendo mano a la espada, comenzó a tirar estocadas por la reja y a decir a grandes voces: ¡Afuera, malignos encantadores! ¡Afuera, canalla hechiceresca, que yo soy don Quijote de la Mancha, contra quien no valen ni tienen fuerza vuestras malas intenciones!

Tenía ante él á Sánchez Morueta, con el puño levantado, las barbas en desorden, y en los ojos una expresión feroz: el deseo de exterminar á la canalla impía que insultaba á las personas decentes y había hecho refugiarse á las señoras en la iglesia. Al reconocer á Aresti, bajó el brazo y la cabeza como avergonzado.

Llenas van ya las sendas y caminos Desta canalla inutil contra el monte, Que aun de estar á su sombra no son dinos. Armate de tus versos luego, y ponte A punto de seguir este viage Conmigo, y á la gran obra disponte. Conmigo segurisimo pasage Tendrás, sin que te empaches, ni procures Lo que suelen llamar matalotage.

¡Decir que yo maltrato a mi hija, porque quiere hacerse monja! seguía exclamando por lo bajo Osuna, mientras ayudaba a la huéspeda. ¡Canalla, más que canalla! Señor Osuna, dispénseme usted... Yo lo creía así dijo el sacerdote. Bueno, bueno. Ya se arreglará esa cuestión en Peñascosa profirió D. Martín con su energía característica. Ahora, ¡largo de aquí!... ¡largo!

Palabra del Dia

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