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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
Y por estar ya acostumbrado de caminar a pie, tomó el camino en la mano, y sobre dos alpargates se llegó desde Zahara hasta Valladolid, cantando "Tres ánades, madre". Estúvose allí quince días para reformar la color del rostro, sacándola de mulata a flamenca, y para trastejarse, y sacarse del borrador de pícaro y ponerse en limpio de caballero.
El joven Belinchón hacía ya más de un año que no iba a las romerías y evitaba todo lo posible caminar a pie. Salía poco de casa, sobre todo de noche, procurando atravesar por las calles más céntricas, sin que por casualidad se le viese jamás solo. Tenía enemigos ocultos y encarnizados.
Sí, como huele cerca la cuadra no ha querido esperar. Monte usted, D. Andrés. ¿Y usted? Yo voy perfectamente a pie. Así se hizo. Celesto estaba un poco avergonzado. Por supuesto, D. Andrés, que todos estos líos concluirán el día que tome las órdenes mayores dijo después de caminar un rato en silencio. Tiene usted razón repuso Andrés sonriendo irónicamente, ese día... sanseacabó.
El rei Flavio Recesvinto tambien quiso poner la mano en el remedio de los males que por los judíos ocultos con las apariencias de cristianos continuamente i á la sorda, se recibian en las tierras de sus dominios; pero en esta empresa no quiso caminar por nueva senda, sino seguir las pisadas de sus predecesores.
Los tiranos de Roma no impedian á los mártires comunicar entre sí, ya en las cárceles, ya en el instante de caminar ó recibir la muerte; pero aquellos eran emperadores i gentiles, i estos eran jueces del Santo Oficio de la Inquisicion, i teólogos.
Mas creyendo observar cierta inquietud en los ojos del auriga, se volvió a los pocos pasos, sacó un billete de cinco duros y se lo entregó diciendo: Ya me dará usted la vuelta. Hasta luego. Abandonaron la carretera y se pusieron a caminar por los campos áridos y tristes del Este de Madrid.
Un guía debiera bajarle a Marbella, para desde allí tomar una fusta y remar hasta Motril, y luego caminar a Granada, huyendo así lo más posible de los abanderizados monfiis, que eran salteadores moriscos.
Un juramento del jefe acogió la noticia. Pero su tropa confusa, agrupada al azar del encuentro, permaneció indiferente, como si hubiese perdido todo contacto con la realidad. Lo mismo es morir aquí que en otra parte continuó el oficial. Muchos de los fugitivos agradecieron con una pronta obediencia esta decisión, que los libertaba del suplicio de caminar.
»Pero no los pudo quitar que Lotario no le viese una vez salir, al romper del alba; el cual, sin conocer quién era, pensó primero que debía de ser alguna fantasma; mas, cuando le vio caminar, embozarse y encubrirse con cuidado y recato, cayó de su simple pensamiento y dio en otro, que fuera la perdición de todos si Camila no lo remediara.
¡Niño! gritó D. Bernardo con voz estentórea. ¡Ven ahora mismo a sentarte a la mesa! El muchacho levantó la cabeza atemorizado y mirando a su padre que tenía los ojos clavados en él con terrible expresión de cólera, comenzó a caminar a regañadientes y como arrastrado hacia la mesa.
Palabra del Dia
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