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La luna plateaba las copas de los árboles y se reflejaba en la corriente de los arroyos, que parecían de un líquido luminoso y transparente, donde se formaban iris y cambiantes como en el ópalo. Entre la espesura de la arboleda cantaban los ruiseñores. Las yerbas y flores vertían más generoso perfume.

Y aun si bien se mira, el orgullo y la vanidad son una misma cosa con distintas formas; es un mismo fondo que ofrece diversos cambiantes segun el modo con que le da la luz. Este fondo es la exageracion del amor propio, el culto de mismo.

No hay nada que hable tanto al corazón como los cambiantes que ese espectáculo desarrolla en su gigantesco panorama. Rizadas olas por doquier, reflejando en su seno colores indefinibles que salpican el firmamento, bulliente estela revolviendo entre su espuma tintes oscuros, graznidos lúgubres de pájaros marinos, y parduscos horizontes que se estrechan, forman el imponente y majestuoso cuadro.

Un anillo alrededor del astro diurno, un resplandor rojizo en medio de un círculo pálido, estrellas cambiantes y que parecen que caen, son indicios de un trabajo amenazador en la región superior.

Pero ¿es esto lo que en realidad acontece? ¿No es, al revés, frecuentísimo el que, por vanidad, por moda, por capricho, o por extravagancia, demos lo necesario, no ya por lo superfluo, sino hasta por lo dañino? Se dirá que ambos cambiantes satisfacen una necesidad, y que en este sentido ganan.

La abundancia de hojas en lo más alto de las plantas formaba verde toldo, por el cual se filtraba tamizada y tenue la lumbre solar, mitigando sus ardores y formando caprichosos cambiantes de refulgente claridad y de sombra apacible. El kokila y otras aves cantoras entonaban sus trinos y gorjeos.

El oficial bebió, y fijando los ojos en la imagen de doña Elvira, prosiguió con una exaltación creciente: ¡Miradla!... ¡miradla!... ¿No veis esos cambiantes rojos de sus carnes mórbidas y transparentes?... ¿No parece que por debajo de esa ligera epidermis azulada y suave de alabastro circula un flúido de luz de color de rosa?... ¿Queréis más vida?... ¿Queréis más realidad?...

No faltaban príncipes que, en vísperas de alguna batalla, viniesen a implorar el auxilio militar del Apóstol contra sus enemigos. Fuera de la catedral, unos hombres, sentados en cuclillas, iban apilando a su alrededor monedas de todos los países. Eran los cambiantes, padres de nuestros actuales banqueros. Dentro, los peregrinos, agrupados por nacionalidades, rezaban y cantaban.

¡Oh! qué hermosos paseos por el campo de adornos cambiantes, pero tan bello bajo su manto de nieve como con su traje de esmeralda, donde ella le revela el Creador en la creación, la eterna potencia en la eterna bondad, la majestad divina en la inmensidad de los cielos como en el más pequeño agujerillo, en el roble gigante como en la hierbecilla, en el buey de paso pesado que hiende lentamente el surco como en la mariposa de ligero vuelo que se pierde en el espacio...

Para gustar de los colores chillones ahí están esas cursis de Emilia y Leonor... ¡Cómo me agradan los terciopelos y las felpas de tonos cambiantes! Un traje negro con adornos de fuego, o claro con hojas de Otoño resulta lindísimo... El buen gusto nace con la persona... »Vamos, gracias a Dios que me duermo. Poquito a poco me va ganando el sueño.