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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Las explicaciones de la joven fueron largas, interminables é impregnadas de una profunda filosofía. Así era todo lo que salía de su espíritu, fértil en pensamientos elevados. Pero en vez de calmar el rencor de Velázquez dieron por resultado lo contrario. El guapo se sintió aún más humillado. Tuvo el talento, sin embargo, de disimularlo.

Se encontraron mal y después de algunas palabras insignificantes, necesarias para atenuar la amargura de sus réplicas, se separaron muy descontentos y á mil leguas de una inteligencia. Roussel se fué á pie para calmar la efervescencia de su sangre y dando al diablo á su tío Guichard y á sus fantasías testamentarias.

Juan y Fr. Pedro de Pisa, con el fin de calmar los ánimos, pues a consecuencia de la trágica muerte de los Amantes, del dolor y lástima pasaron las circunstancias a la ira, volviendo a recrudecerse los bandos y parcialidades que dividían la población principalmente entre los Muñozes, Garceses y Seguras, quienes hubieran acudido a las armas a no mediar con su palabra aquellos venerables religiosos.

Pero la que más gritaba y gesticulaba era, como es fácil de comprender, la interesada. Sin embargo, don Cristóbal, viendo que aquello llevaba trazas de no concluir, y queriendo dejar a salvo la formalidad de su progenie, intervino en la disputa como un dios majestuoso que extiende la diestra para calmar las olas del mar embravecido. Emilita pronunció con firmeza, juego es juego.

El médico montaba en Júpiter; sacaba a relucir sus argumentos en forma, su ciencia de seminarista, y, por último, a los desahogos de Sarmiento contestaba con dicterios. El P. Solís, reflexivo y cachazudo, se estaba quedo; oía y callaba, hasta que para calmar los ánimos, terciaba en la disputa.

Me denuesta la envidia... ¡No me importa! Yo prosigo impasible la jornada, ¡el vuelo del condor jamás se acorta al silbo del reptil de la hondonada! No mendigo un aplauso lisonjero, ni algún laurel para calmar mi angustia. El aplauso es un ruido pasajero, y el laurel, verde rama que se mustia.

Rióse también el barón, volvió á calmar á su pletórico amigo lo mejor que supo y pudo, y viéndolo ya más dispuesto á gozar de sus guisos y golosinas que á seguir lanzando retos á troche y moche, se despidió de él hasta verse de nuevo en Dax.

El agua fría, mi hijita querida, son los desengaños y los pesares, y rogaré día a día, ardientemente, para que sean alejados de tu senda. Asaltábame el llanto oyendo hablar así al cura, y bebí un gran vaso de agua para calmar mi emoción. Antes de dejaros, debo preveniros que creo que tengo un gusto muy marcado por la coquetería.

, amiga mía el Magistral reía al decir esto lo que usted necesita, para calmar esa sed de amor infinito... es ser beata. Y ahora soy yo el que exige que usted me comprenda, y no me tome la letra y deje el espíritu.

Nada añadiría ya a su acabada caballerosidad, quitando mucho a su prudencia y a sus sentimientos humanitarios. ¡Ah señores! el hombre no es una fiera de los bosques a quien enardece en vez de calmar la sangre de su enemigo y lucha con él hasta destrozarlo y no queda satisfecha hasta que le arranca sus entrañas palpitantes.

Palabra del Dia

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