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Actualizado: 26 de junio de 2025
La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.
Pero el doctor Popito, además de proporcionar al Padre de los Maestros abundantes molestias en el presente, le recuerda un pasado de sucesos muy tristes. Viendo que Flimnap callaba, el gigante indicó con un gesto su deseo de saber algo más; pero el universitario se negó á seguir hablando si no se colocaba antes en una oreja aquel aparato que permitía oir las voces más tenues.
Mira, este pelo que traes en la manga, largo y rubio, pelo de mujer, ¡ay, qué asco! Con que de Susana, ¿eh? quite usted, so camandulero. ¿Y esta carta? No dice nada de particular, pero estos garabatos son de mujer. ¡Ay, qué desgraciada soy! Si yo hubiera sabido esto, no me habría casado contigo. Don Bernardino callaba y sufría.
Petra callaba inmóvil, esperando servir a su dueño. Gozaba voluptuosa delicia viendo padecer al canónigo, pero quería más, quería continuar su obra, que la mandasen clavar en el alma de su ama, de la orgullosa señorona, todas aquellas agujas que acababa de hundir en las carnes del clérigo loco.
Entonces el Magistral, allá dentro, callaba; y cuando ella terminó, la voz del confesonario temblaba al decir: «Hija mía, esa historia de sus tristezas, de sus ensueños, de sus aprensiones merece que yo medite mucho.
Los dos guardaban un secreto. Cuando creían conocerse uno a otro hasta el último rincón del alma, estaba pensando cada cual en la mala acción que cometía callando lo que callaba. El Magistral padecía mucho siempre que Ana le hablaba de la salud que él perdía. «¡Si ella supiera!».
Una manotada de Potaje le interrumpió. Compare, ya había yo camelao denque te vi que eres rata de iglesia o argo paresío. El Nacional callaba, sin atreverse a estas confianzas, pero sonreía levemente. ¡Un sacristán convertido en bandido! ¡Qué cosas diría don Joselito cuando él le contase eso!... Me casé con la mía, y tuvimos el primer chiquiyo.
Que se te quite de la cabeza... Casadita, puedes hacer lo que quieras, guardando el aparato de la comenencia. La mujer soltera es una esclava; no puede ni menearse. La que tiene un peine de marido, tiene bula para todo. Fortunata callaba, mirando vagamente al suelo, con la barba apoyada en la mano.
El doctor le estrechó la mano con frialdad, convencido de que se separaban para siempre, de que en adelante se mirarían con extrañeza, como si fuesen otros hombres. Y Aresti salió de la huerta, precedido por el hermano, que ahora callaba y parecía tener prisa en sacarle del monasterio, como si hubiese escuchado de lejos parte de la conversación.
No cabía duda, era la carcajada de Mesía. Estaba hablando con los señores del dominó en la sala contigua. Le acompañaban Paco Vegallana y don Frutos Redondo. Llegaron a donde estaba Ronzal. Este había vuelto a sentarse y se quejaba de que se le había enfriado el café, que tomaba a pequeños sorbos. Había hecho una seña a los del corro. Quería decir que callaba por pura discreción.
Palabra del Dia
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