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Actualizado: 2 de junio de 2025
Eso explica también de una manera bastante sencilla por qué su espíritu podía estar tranquilo, aunque hubiera dejado su casa y su tesoro más expuestos que de costumbre. Silas pensaba en su cena con doble satisfacción: en primer lugar sería caliente y sabrosa; en segundo lugar, no le costaba nada.
Sobre el tablero se hace, resbalando la mano, como un macarrón, y de allí se van cortando pedazos y haciendo rosquillas del diámetro de una moneda de dos pesetas. Se fríen en aceite muy caliente, pero a fuego lento; estando doraditas se retiran, y calientes se espolvorean con azúcar tamizada. Crecen mucho, así que pueden cortarse pequeñas.
Cuando duermo en algún cortijo o me escondo en mi casa por unos días, la primera vez que me meto en cama como cualquier cristiano y como de caliente en una mesa como ésta, me lo agradese el cuerpo; pero endispués me canso y paese que me tira el monte con sus miserias, y que me hase farta dormir al raso envuelto en la manta y con una piedra de cabesera... Sí; yo sirvo pa sordao; yo sería un güen sordao... Pero ¿aónde ir?... Se acabaron las guerras de verdad, donde ca uno, con un puñao de camarás, hacía lo que le aconsejaba su caletre.
Nunca habían oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido donde quiera.
Hágase hervir y cocer quince minutos al horno o entre dos fuegos. Sírvase caliente.
Doradas después en la grasa que resulta, se agrega una salsa confeccionada con medio cuartillo de leche, dos yemas de huevo y dos onzas de chocolate bien rallado, y el plato se sirve caliente. PERDICES ESTOFADAS. Ya limpias se ponen en una olla con tocino, cebolla, ajos, vinagre, perejil, sal, pimienta, tomillo y laurel.
Había partido temprano, pero se había retrasado en el camino. Su indolencia la disponía a creer que la nieve dejaría de caer si esperaba bajo un abrigo caliente. Se había detenido más tiempo del que pensaba, y ahora que la noche la había sorprendido en las largas callejuelas rugosas y cubiertas de nieve, ni siquiera el ardor de la venganza podía impedir que su coraje desmayara. Eran las siete.
Se sirven estos dos guisos con una salsa tártara o amarilla. SALMÓN FRITO. Se prepara a ruedecitas, se sazona de sal y se fríe en aceite muy caliente. SALMÓN AL HORNO. Se prepara lo mismo que el asado, pero en vez de ponerlo en parrilla se mete al horno en una cacerola; aparte se sirve una salsa mayonesa.
Esto era demasiado fuerte para poder resistirlo. Y la pobre mujer, toda susceptibilidad y orgullo, sintió que algo caliente se agolpaba a sus ojos, y hubo de hacer esfuerzos para no llorar. Su paso acelerado era una verdadera fuga. Huían del paseo, de aquel lujo que algunos días antes era su elemento y ahora les parecía un verdadero insulto.
Pero cuando no quedaron allí más testigos que la santa y Segunda, el buen farmacéutico creyó que no tenía para qué sujetar la onda impetuosa que del corazón le salía, y llegándose al cuerpo todavía caliente de su infeliz amiga, la abrazó, y estampó multitud de besos en su frente y mejillas.
Palabra del Dia
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