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Actualizado: 15 de mayo de 2025
El puerto Caldera es pequeño y sólo puede contener cuatro ó cinco buques que no calen más de 1'9 metros. El canal de la boca sólo tiene 67 metros de ancho y 3'6 metros de agua á bajamar, y hay que pasarlo á la espía.
De un lado, la necesidad imperiosa, brutal, de comer; del otro, el estómago que se resiste, implora, se debate, auxiliado por el reflejo de la caldera que eleva la temperatura hasta el punto de asar una ave que se atreviese a cruzar esa atmósfera.
El vapor es el que las hace andar, pero no tiene cada máquina debajo la caldera del agua, que da el vapor: el vapor está allá, en lo hondo de la platería, y de allí mueve unas correas anchas, que hacen dar vueltas a las ruedas de andar, y en cuanto se mueve la rueda de andar en cada máquina, andan las demás ruedas.
Córdoba se alza en la unión del antiguo camino que conducía de Buenos Aires, por el paso más fácil de los Andes, a la excelente bahía de Caldera en Chile, y del sendero que se dirigía al sur de las altiplanicies de Bolivia. Su clima es famoso por lo salubre y delicioso.
Preferiría que volviéramos a la playa, ahora que tenemos una caldera. Podríamos muy bien pasarnos sin la otra. ¡Oh, oh! exclamó Van-Horn . ¡A tierra todo el mundo! Oíase en el aire un extraño ruido que se acercaba rápidamente. Los cuatro holandeses se dejaron caer al suelo, aunque Hans y Cornelio ignoraban el peligro que les amenazaba.
En un horno se cocinan las piedras, que dan humo y se van desmoronando, y parecen cera que se derrite, y como un agua turbia. En una caldera hierven juntos el níquel, el cobre y el zinc, y luego enfrían la mezcla de los tres metales, y la cortan en barras antes que se acabe de enfriar.
Aquí, si nuestro trabajo no llevara el carácter de un viaje á la ligera, nos detendríamos en muchas páginas; mas, sin embargo, como la rapidez de una banca no es, ni la que da aliento una caldera de vapor, ni una ventolina de empopada, ni aun la pujanza de cuatro hijos de las verdes vegas de la Cartuja, tenemos tiempo de ver y apreciar en el largo espacio que media desde el Trozo hasta que se entra en el caudaloso Pasig.
Á las once de la mañana, navegando en plena laguna, se sirvió el almuerzo, sentándose á la mesa el capitán, antiguo lobo marino de la carrera del Cabo, que le ahogaba el calor de la caldera, la estrechez del barco, lo limitado del horizonte, y más que todo, el agua dulce, que en tres palmos de fondo batían las palas de las ruedas.
El hombre-gas, llegado a adquirir la competente dilatación, se alza por sí solo donde quiera que está, y se sobrepone a ocupar el puesto que le corresponde en la escala de los cuerpos, llega hasta la altura que su densidad le permite, y se detiene en ella; no hay obstáculos para él, porque si pudiera haberlos, rompería, como el vapor, la caldera, y escaparía.
Se levantó de pronto, disipó con un ademán aquella visión, que se desvaneció con el humo, y se puso á pasear por el cuarto, dejando escapar palabras entrecortadas, fugas de su hirviente pensamiento, escapes de vapor do una caldera. ¿Qué puedo arriesgar?
Palabra del Dia
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