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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Se sorprenderá mucho de no ver en sino la sonrisa amistosa. Pensará que finjo, que me han hecho coqueta. Le pareceré así más interesante. "He tenido un susto, nunca en mi vida he tenido un susto igual. Esta tarde, en vez de guardar mi diario en el cajoncito del escritorio como hago siempre, lo dejé bajo el almohadón para seguir después escribiendo. Pero vino Adriana, y más tarde Julio.

Mas cuando llegó la época fijada para la excursión, a presencia de toda la tertulia tomó el puñado de plata del cajoncito donde se guardaba y se lo entregó al cura de Nieva para que lo repartiese entre los feligreses que más lo necesitaran.

Tenía alquilado un cuarto en la plaza de la Independencia, con un solo criado a su servicio. Comía fuera de casa, generalmente en el Casino. Cuando iba a alguna reunión o le tocaba el turno del Real, el criado le traía la ropa en un cajoncito expresamente fabricado con este objeto, y en el mismo Casino se mudaba.

Dos descuidos imperdonables tuvo, sin embargo: quedósele traspapelado en la carta de escribir el plieguecillo en que había hecho sus pruebas caligráficas y olvidóse por completo de que en un cajoncito oculto de la arquilla antigua del boudoir existía, hacía más de tres años, un paquete de cartas.

Instintivamente torció sus ojos hacia la duquesa, pero los apartó en seguida, más aterrado aún por su rostro inmóvil y una mirada dura que parecía herirle por la espalda, como si él fuese el culpable. El doble cajoncito, completamente listo, aguardaba junto á sus manos. Dió cartas á derecha é izquierda, y luego extrajo las suyas.

Porque aquellos terribles papeles con que su presencia de espíritu y su enérgica audacia habían anonadado al farsante, eran simplemente tres o cuatro cartas de sus administradores que en el cajoncito del secrétaire estaban guardadas. El hecho vergonzoso era cierto, mas las pruebas no existían, y muerta la Peñarrón, único cómplice, dos años antes, imposible era que Jacobo descubriese ya el engaño.

Guardó de nuevo la fotografía en el cajoncito de su mesa, pero, al hacerlo, mis ojos alcanzaron a distinguir dentro una carta de juego, el siete de bastos, con algunas letras escritas en ella de la misma manera o muy similares a las que había en la carta que yo tenía guardada en mi bolsillo. Le hice alusión, pero se sonrió simplemente y cerró en el acto el cajón.

El viejo se encogió de hombros. No contestó . El jefe de orden público leyó tres o cuatro y se las guardó con una risita que me dio mala espina. ¿Pero dónde estaban? En aquella arquita antigua que está en el gabinete de la señora condesa... Es un cajoncito con secreto. ¿En el secrétaire del boudoir? dijo Currita aún más sorprendida . ¡Pero si allí no había nada!... A ver, venga usted conmigo.

Llevé la mano al sombrero y busqué con la vista al sacerdote portador de la sagrada forma; pero no le vi. En su lugar tropezaron mis ojos con un anciano, vestido de negro, que llevaba colgada al cuello una medalla de plata; a su lado marchaba un hombre con una campanilla en la mano y un cajoncito verde en el cual la mayoría de los transeúntes iban depositando algunas monedas.

El croupier colocado enfrente para cobrar y pagar barajaba los naipes antes de introducirlos en un doble cajoncito, del que debía extraerlos el banquero. ¡Pobre banquero! Considerando el público extraordinaria su elevación, quería reir á toda costa. Al sentarse en su asiento presidencial, los curiosos encontraron muy graciosa la timidez del pianista, y una risa franca saludó su presencia.

Palabra del Dia

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