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Actualizado: 18 de junio de 2025
Para disimular le preguntaron a él por su salud, y a poco dijo Quevedo al farmacéutico en tono muy misterioso: «¿Ha preparado usted el cornezuelo de centeno? Basta con eso por ahora». «Qué tal, ¿paseamos mucho, joven? agregó en alta voz, volviendo hacia Maxi su cara de caimán, en la cual la sonrisa venía a ser como una expresión de ferocidad . Vamos bien, vamos bien.
Tan luego se pone el caimán en movimiento, entran en juego las cañas; y si anda, malo, y si nada, peor, puesto que, la condición fibrosa de la caña hace imposible su rotura, y en la faena que el carnicero lagarto emplea para desprenderse de aquel enemigo, concluye por rendirle el cansancio y la fatiga.
Nadaba en el río todos los días, á pesar de que ninguno de los que trabajaban en el hierbal osaba hacerlo, por miedo al «Tatita», ó sea al «Abuelo» en la lengua del país. Este «Abuelo» era un «yacaré», un caimán famoso por su tamaño desde el lugar donde se forma el río de la Plata hasta lo más alto del Paraná.
El caimán es la plaga del Magdalena; cuando algún desgraciado boga, bañándose o cayendo de su canoa, ha permitido a uno de sus monstruos probar el perfume de la carne humana, la comarca entera tiembla ante el caimán cebado; anfibio como es, salta a la playa, se desliza por las arenas con las que confunde su piel escamosa y pasa horas enteras acechando a un niño o a una mujer. ¡Cuántas historias terribles me contaban en el Magdalena de las luchas feroces contra el caimán, del valor salvaje de los bogas que, semejantes a nuestros indios correntinos, se arrojan al río con un puñal y cuerpo a cuerpo lo vencen!
Haz como si esos treinta pesos los hubieses perdido en el juego, ó se hubiesen caido en el agua tragándolos el caiman. La cosecha fué buena, se vendió bien, y Tales pensó en construirse una casa de tabla en el barrio de Sagpang del pueblo de Tianì, vecino de San Diego.
Luego, la piedad maternal la invade, y semejante a la Niobe antigua, deja correr dos lágrimas por sus hijos tan prematuramente muertos. ¡Una vez en el agua, reune la prole salvada y no hay madre más cariñosa! . ¡Qué odio por el caimán! ¡Con qué alegría los bogas marineros, descubriendo con su mirada avezada una turba de cocodrilos sobre un arenal lejano, nos daban el grito de alerta!
Cuando están cerca del caimán y abre éste la boca para engullirle, el cazador introduce el brazo armado con el palo, cuidando de que los extremos afilados se apoyen cada uno en una mandíbula, impidiendo de este modo que pueda cerrarla, y en esta forma le hacen morir ahogado.
Cuentan nuestras crónicas que un día, un chino infiel que hasta entonces no había querido convertirse, pasaba por delante de la iglesia, cuando de repente el demonio se le presentó en forma de caiman, le volcó la banka para devorarle y llevarle al infierno. Inspirado por Dios, el chino invocó en el momento á S. Nicolás y al instante el caiman se convirtió en piedra.
Nada resiste a la bala; el caimán herido, abre la boca más grande aun, si es posible, que cuando se ocupa en cazar mosquitos, levanta la cabeza, la sacude frenético, y se arrastra, muchas veces moribundo y cubierto de heridas pues la lentitud de sus movimientos permite hacerle fuego repetidas veces para ir a morir en el seno de las aguas o en su cueva misteriosa. Angostura.
Este es corto, de modo, que al hacer presa el caimán y cerrar la boca tropiezan sus poderosos colmillos en la mazorca de abacá, cuyas sueltas hebras se le introducen en la unión de aquellos, haciendo imposible su rotura; en tal estado, el animal se enfurece, hace esfuerzos supremos y rompe la cuerda que sostenía del mangle el anzuelo; mas esto le es imposible hacer con la suelta madeja.
Palabra del Dia
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