Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de mayo de 2025
Pronto conseguí separar las manos de mi enemigo, que me oprimían, y le abrumé a mojicones. Mas, de repente, vi brillar un arma en su mano, y casi al mismo tiempo sentí hacia la cadera como la impresión de un alfilerazo. Me arrojé de nuevo sobre él y le sujeté la mano en que tenía la navaja. ¡Cobarde, suelta esa navaja! le decía.
Quiso ella arrebatarle el palo; pero antes de que lo intentara recibió otro estacazo en el hombro, y un tercero en la cadera... La mejor defensa era la fuga. En un abrir y cerrar de ojos, se puso la anciana a diez pasos del ciego. Este trató de seguirla; ella le buscaba las vueltas; se ponía en lugar seguro, y él descargaba sus furibundos garrotazos en el aire y en el suelo.
La muchedumbre, oliendo a sudor y a tierra, agitábase en el mercado, bajo la luz de los primeros rayos del sol. Se abrazaban las hortelanas al encontrarse, y con la cesta en la cadera metíanse en la chocolatería a celebrar el encuentro; los labriegos formaban corro, y de vez en cuando iban a beber una copa de aguardiente dulce para tomar fuerzas.
Desnoyers lo tocó en una cadera, quiso despertarlo, é inmediatamente rodó por el lado opuesto. Estaba muerto; las entrañas colgaban fuera de su abdomen. Así había avanzado sobre su corcel, trotando confundido con los demás. Empezaron á caer en las inmediaciones enormes peonzas de hierro y humo. La artillería alemana hacía fuego contra sus posiciones perdidas. Continuó el avance.
La hermosa viuda, con el niño en brazos y apoyando en la fuerte cadera la cesta de las compras, salió de la estación con paso lento. Quería que la adelantasen en el camino aquellas comadres hostiles; que la dejasen marchar sola, sin tener que sufrir el tormento de sus murmuraciones. En las calles del pueblo, estrechas, tortuosas y de avanzados aleros, había poca luz.
La pensionshaus alemana, reducido pandemónium, o sea, lugar consagrado al culto de la democrática Afrodita tudesca, de cadera copiosa y relevado seno. Algunas pensiones familiares francesas justifican, en efecto, su título, mediante ciertas virtudes y todos los defectos de la vida familiar, y conservan la mesa única, la mesa redonda, que en la casa de huéspedes española es de rigor.
Sus ojos, ni chicos ni grandes, ni eran feos, pero sí dominantes y escudriñadores más de lo que a su edad y doncellez convenía; su sonrisa, entre reservada y cándida, demasiado permanente en los labios, para que no tuviese visos de fingida y afectada; su talle, modelado por el corsé, sería pobre de formas si hábiles artificios del traje, como un volante sobre los hombros, o en la cadera, no reforzasen sus diámetros.
Claro es que esta turba hombruna llega, más que por el deleite artístico, atraída por el olor de la hembra; prefieren estos sátiros un grácil escorzo o la insinuación anfórica de la cadera a un nocturno de Chopín, y la línea de un busto bello a una melodía de Borodine... Y es posible que estos sátiros tengan razón.
Ha columbrado, confusamente, entre sus recuerdos de niño, como una visión única, una sala ancha, un poco oscura, empapelada de papeles grises a grandes flores rojas, con una sillería de reps verde, con una consola sobre la que hay dos hermosos ramos bajo fanales, y entre los dos ramos, también bajo otro fanal, una muñeca que figura una dama a la moda de 1850, con la larga cadena de oro y el relojito en la cadera.
El asunto que con tal fuerza le solicitaba allí, era una huérfana bien acaudalada y no de mal ver, aunque algún tanto desquiciada de una cadera, y con la cual llegó a casarse un año después. Con los dos caudales juntos y sus excelentes instintos de traficante, emprendió negocios que le dieron un buen lucro y le apegaron más y más a la tierra de su mujer.
Palabra del Dia
Otros Mirando