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Como estuviera sola, Isidora se entregaba maquinalmente, sin notarlo, sin quererlo, sin pensar siquiera en la posibilidad de evitarlo, al enfermizo trabajo de la fabricación mental de su segunda vida. Cinco días después de su llegada a Madrid y a los cuatro de la escena con la Sanguijuelera, levantose Isidora más tarde que de costumbre, por haber dormido la mañana, y se arregló aprisa.

Un día recibió el emperador un paquete que decía «El Ruiseñor» en la tapa, y creyó que era otro libro sobre el pájaro famoso; pero no era libro, sino un pájaro de metal que parecía vivo en su caja de oro, y por plumas tenía zafiros, diamantes y rubíes, y cantaba como el ruiseñor de verdad en cuanto le daban cuerda, moviendo la cola de oro y plata: llevaba al cuello una cinta con este letrero: «¡El ruiseñor del emperador de China es un aprendiz, junto al del emperador del Japón

Los tentáculos pegaron sus irresistibles ventosas al cuerpo de la víctima y al bramante, tirando de este último con tal fuerza, que se rompió, cayendo en el fondo el pulpo con su presa. Freya hizo un movimiento como si fuese á aplaudir. «¡Bravo!...» Estaba intensamente pálida. Un calor de fiebre pasó á través de las ropas desde un costado de su cuerpo al costado de Farragut que le servía de apoyo.

Apellidábala medio en serio medio en broma «estrella», «botón de rosa», «lucero», «clavel». De tal modo que la gente de la parroquia dió en llamar á esta desagradable mujeruca Clavel, y no se la conocía por otro nombre. «¿Cómo va Clavelle preguntaban los parroquianos á Martinán al entrar en la taberna. «Tan buena respondía. Allá está en la cocina amasando la torta

Sus ojos fosforecían como luciérnagas, y la extremada blancura de su tez vencía la obscuridad, semejante al lirio en la noche. Galanes y doncellas hablaban en lenguaje artificioso. Cada pareja escurría un concepto con apurada exquisitez; el sol, la luna, las estrellas servían para expresar, de modos innumerables, las excusas, las querellas, los rendimientos.

Así, ustedes, por ejemplo, en lugar de ser maltratados, serían muy bien recibidos en el cuartel general de los aliados. Conocen ustedes la comarca, podrían servir de guías y les pagarían espléndidamente. Hubo un instante de silencio; los cazadores se miraron otra vez; el padre había extendido las manos sobre la mesa, abriéndolas mucho, como aconsejando a sus hijos que tuvieran calma.

¿Ve usted... ve usted...? indicó Fortunata, no recatándose de decirlo en alta voz . El efecto de esas condenadas píldoras. Creo que no deben dársele más. Ya ve usted cómo se pone: se le trastorna más el cerebro y adivina los secretos. ¿Cómo que adivina los secretos...? Pero, niño, ¿qué haces? Rubín se sentaba y se levantaba, dando botes en el asiento, como un jinete que monta a la inglesa.

En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada. ¿De qué color era la casulla? le preguntó él bromeando. ¿Y por qué te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil! ¡Como tienes esas ideas! No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué.

Al noroeste se desprende de otras colinas semejantes, que dominan el Tajo á uno y otro lado, una angosta lengua de tierra, como un istmo rocalloso y ondulado, que se liga con el asiento de Toledo.

Yo hubiese sido un gran soldado, amigo Isidro. Pero ya no hay guerras, verdaderas guerras, como aquellas antiguas, donde cada hombre sacaba toda la fuerza de sus brazos o de su caletre.