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Tenía pintada en su cara la ansiedad más terrible; su piel era como la cáscara de un limón podrido, sus ojos de espectro, y cuando se acercaba a la mesa de los espiritistas, parecía uno de aquellos seres muertos hace miles de años, que vienen ahora por estos barrios, llamados por el toque de la pata de un velador.

Había de conocerse hasta en los menores detalles, que la visitada era una moza de cáscara amarga, con recomendables pretensiones de decencia, y la visitante una señora, y no una señora cualquiera, sino la señora de Jáuregui, el hombre más honrado y de más sanas costumbres que había existido en todo tiempo en Madrid o por lo menos en Puerta Cerrada.

Le parecía ridículo su orgullo masculino; se avergonzaba de su envidia. ¡Lo que le importaban a aquella bestia negra que los mantenía sobre sus lomos de acero todas las miserias y picardías de que la hacían complice...! ¡Lo que podían interesar al Océano obscuro y replegado en su misterio, y a los alfilerazos de luz que brillaban a la vez en las alturas del cielo y en los repliegues del agua, aquellos apetitos y necesidades del hormiguero instalado en la cáscara flotante!...

Encerrado allí de nuevo y en su cáscara erizada, en el pequeño nido que casi siempre encuentra empezado, concéntrase en mismo, en su regocijo solitario de seguridad benéfica. Que ronden mil enemigos por afuera, que las olas truenen ó mujan, todo esto le sirve de recreo.

De algunos días acá, justamente desde la candidatura del marqués, se había despertado en la población de Cebre un santo odio al pecado, una reprobación del concubinato y la bastardía, un sentimiento tan exquisito de rectitud y moralidad, que asombraba; siendo de advertir que este acceso de virtud se notaba únicamente en los satélites del secretario, gente en su mayoría de la cáscara amarga y nada edificante en su conducta.

Es Lescoët que llega, capitán; el bote que le conduce ha estado a punto de dejarse abordar, y lo hubiéramos aplastado como una cáscara de nuez, si no hubiese hecho virar sobre estribor respondió Zeli. El rezagado, que había saltado ágilmente a bordo, se acercó con aire confuso a Kernok. ¿Por qué has tardado tanto?

Se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas. Así pasó la vida, defendiendo a los indios. Aprendió en España a licenciado, que era algo en aquellos tiempos, y vino con Colón a la isla Española en un barco de aquellos de velas infladas y como cáscara de nuez. Hablaba mucho a bordo, y con muchos latines.

La constante experiencia manifiesta que el pollo sale de un huevo; nadie hasta ahora ha explicado satisfactoriamente cómo del licor encerrado en la cáscara se forma aquel cuerpecito tan admirablemente organizado; y aun cuando la ciencia diese cumplida razon del fenómeno, el vulgo no lo sabria; y sin embargo ni este ni los sabios vacilan en creer que hay una relacion de dependencia entre el licor y el polluelo; al ver el pequeño viviente, todos estamos seguros de que le ha precedido aquella masa que á nuestros ojos se presentaba informe y torpe.

NARANJAS CONFITADAS. Se quita la cáscara de la naranja a rajitas; se tienen unas horas secando, y en un almíbar que se tendrá preparado a punto de caramelo, se introducen y sacan rápidamente, dejándolas en una fuente para que se acaramelen.

Quitábase la caperuza el maestre antes de replicar: Salve digamos, que buen viaje hagamos. Salve diremos, que buen viaje haremos. Y todos los del buque, proeles, grumetes, lombarderos, soldados, hidalgos, damas, sirvientes y niños, entonaban la salve en la tarde moribunda, mientras el sol teñía de anaranjado las velas y el mar levantaba con sus choques la pesada cáscara del galeón.