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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Luego parpadeaban con una sensación de extrañeza al replegarse en esta cáscara férrea perdida en el infinito, con su hervidero de hormigas sobre el lomo. A espaldas de Mina y su compañero sonaban los discos de madera resbalando sobre la cubierta, empujados por las palas de los jugadores.

Al verlos tan tranquilos, tan apegados a su cáscara y tan satisfechos y enamorados de ella, verdaderamente se duda si el estado material de la villa es obra de la dejadez del habitante, o si el habitante es así porque haya encarnado en su naturaleza, como espíritu, la catadura singular de la villa.

El caimán es ovíparo; la hembra pone una inmensa cantidad de huevos, grandes y duros como piedra, que entierra entre la arena. Llegada la época conveniente, la sensible madre se coloca con la enorme boca abierta al lado del sitio que empieza a escarbar; los pequeñuelos, que ya han abandonado la cáscara, saltan a medida que se despeja la arena que los cubría.

Trepan por los troncos de las palmas y hacen caer los cocos al suelo. Pero ¿cómo se las componen para romper la cáscara de los cocos, siendo tan dura que hace resistencia hasta al hacha? Introduciendo una de sus tenazas por uno de los tres ojos que hay en la cáscara y haciéndola voltear como un berbiquí. ¿Se comen esos cangrejos?

Varios lacayos con pelucas empolvadas y gran librea verde y amarilla, colores de la casa, cruzaban por todas partes, ofreciendo a la concurrencia, en grandes bandejas de plata, sorbetes a la Albornoz. Eran los famosos helados de naranja, servidos en la mitad de la cáscara de la fruta, artísticamente vaciada al efecto.

Ese nombre allí hubiera sido una palabra peregrina, intrusa, repugnante. ¿Qué sitio del cofre habia de ocupar? La palabra mundo, humanidad, género humano, no ocupaba en el cofre sitio alguno: la cáscara de huevo, ; esta cáscara valia más para la señora que el género humano, que el mundo, que toda abstraccion, que todo idealismo por más universal y grande que fuese.

Pareció reflexionar, replegarse, achicándose dentro de las ropas, como un caracol medroso que se refugia en su cáscara. ¡Ay, Señor! gemía . ¡Qué cosas pasan en el mundo! ¡Qué miserias! Una, metida aquí, no sabe nada... ¡Y qué vamos a hacer, Isidrín! ¡qué vamos a hacer!...

Allí unos huevos duros, o blanquillos, que venían recostados, cada uno en su taza de güiro, sobre unas yerbas de grata fragancia, que olían como flores. Allí, en la cáscara misma del coco recién partido en dos, la leche de la fruta, con una cucharilla de coco labrado que la desprendía de sus tazas naturales.

Con la vieja, lo mismo que con la joven, yo hacerme respetar y dejar bien puesto mi decoro». Ya se proponía contraponer al mirar cargantísimo de aquel punto una ojeada de desprecio, cuando el de los caracoles, vaciado, comido y chupado el último, y puesta la cáscara en su sitio, pagó el gasto; se colocó en los hombros la capa, que se le había caído; encasquetose la gorrilla, y levantándose se fue derecho al desteñido caballero, y con muy buen modo le dijo: «Sr. de Ponte, perdóneme que le haga una pregunta».

Fuera de aquella cáscara de piedra reinaba la noche, una noche lóbrega, de profundo misterio. Al través de los muros parecía filtrarse ese solemne silencio que cae de lo alto, y en el cual los ruidos más leves adquieren proporciones pavorosas, como si el rumor se escuchase a mismo. Creía percibir Febrer los latidos de la circulación de su sangre en esta calma profunda.

Palabra del Dia

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