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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Al buen fraile se le importaba una higa del aspecto de su figura... Ramiro consideró la fuerza de aquella dicha superior que así se burlaba de todas las vanidades del hombre. Vio llegar después una mujer vieja y espigada, la nariz corva, morena la tez, la mirada abstraída. Su negro ropaje andrajoso estremecíase en el céfiro como un libro quemado.
De las sonrisas y los saludos poco se tardó en pasar a las buenas palabras: Bonifacio y otros señores de su palco reían discretamente los chistes con que Mochi se burlaba con disimulo de la orquesta, que era indígena y desafinaba como ella sola; un lechuguino, que tenía fama de hacer grandes y muy valiosas conquistas entre bastidores, se atrevió a servir de intérprete, a su modo, entre el tenor y un trompa a quien el artista dirigió una cortés reprimenda en italiano.
Al anochecer, sus pasos le llevaron hacia el bar, con un impulso irresistible que se burlaba de todos los consejos de la prudencia. La puerta de cristales se resistió á su mano nerviosa, tal vez porque manejaba el picaporte con demasiada fuerza, y el capitán acabó por abrirla dando una patada en su parte baja, que era de madera.
En vano, para calmarse, se decía que todas aquellas emociones nada valían ni significaban en el curso eterno de las cosas, que dentro de muy poco tiempo todo sería humo; en vano se representaba la imbecilidad del ser humano, luchando y padeciendo en holocausto de una fuerza que se burlaba de él. Todos sus pensamientos se estrellaban contra un anhelo poderoso, irracional que le dominaba.
Todo el mundo utilizaba sus servicios, se burlaba de su acento y le daba palmadas amistosas a la espalda, sin que a nadie se le ocurriese darle nunca una propina. M. L'Ambert lo sorprendió varias veces sacando agua, cambiando de sitio los muebles más pesados, encerando los pisos de madera.
Al entrar en los puertos españoles, la menor contrariedad en el amarre del buque, una discusión con los empleados oficiales, la falta de espacio para un buen fondeo, le hacían sonreír con amargara. «¡Desgraciado país!... Todo era obra del altar y el trono.» En el río de Londres ó ante los muelles de Hamburgo, el capitán Ferragut se burlaba de su subordinado.
Cristina sólo torcía el gesto y parecía enfadarse con el doctor cuando á éste se le escapaba alguna afirmación impía, ó cuando, sin darse cuenta de ello, se burlaba de la devoción de las señoras y de los predicadores que el entusiasmo de todas ellas ponía en boga.
Atilio Castro, que se burlaba del coronel, estando siempre en desacuerdo con sus opiniones, parecía impresionado por tal prodigio histórico. Estos ya no son sus tiempos, don Marcos. Vamos á ver cosas muy nuevas. América, que hace un siglo era una simple colonia de Europa, tal vez la proteja ahora y la salve.
La venida de estos judíos i su estancia en la corte fueron mui contradecidas i repugnadas por los Consejos de Inquisicion i de Estado. Pero de todo se burlaba el Conde-duque, fiado en el mucho valimiento que tenia con el rei.
El hombre más ruidoso de toda la compañía era un viejo francés, establecido en Corfú desde el año 1814, el capitán Bretignières. Había abandonado el servicio a los veinticuatro años con una pensión de retiro y una pierna de madera. Aquel corpachón seco y huesudo saltaba alegremente, bebía de lo lindo, reía a carcajadas y se burlaba de la vejez.
Palabra del Dia
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