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Actualizado: 4 de junio de 2025
Ella prosiguió, con un vago temblor en la voz: Sí creo, sí creo, sí creo... ¿Qué razón tienes tú, malo, para no creer? Tímidamente, el chico contestó: Yo nunca las he visto... ¿Y no crees en Dios? Sí... ¿Y has visto alguna vez a Dios? exclamó Lita triunfalmente, burlándose de la poca lógica de su amigo.
12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciendo los unos a los otros: ¿Qué es esto? 13 Mas otros burlándose, decían: Que están llenos de mosto. 14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Tal vez esta creencia equivale a una cobardía: tú no puedes comprenderme, Alcaparrón. Pero, ¡ay! ¡la Muerte! ¡la incógnita, que nos espía y nos sigue, burlándose de nuestras soberbias y nuestras satisfacciones!... Yo la desprecio, me río de ella, la espero sin miedo para descansar de una vez: y como yo, muchísimos.
Las francesas aparecian no pocas veces acompañadas de breves comentarios burlándose de los anteriores firmantes; siendo notable sobre todo las dos siguientes.
Y el cubo de esta rueda era un cráneo, blanco, limpio, brillante, como si fuese de marfil pulido; un cráneo enorme lo mismo que un planeta, que permanecía inmóvil, mientras todo giraba en torno de él; un cráneo luminoso como la luna, que con sus negras oquedades parecía gesticular malignamente, burlándose silencioso de todo este movimiento. La rueda giraba y giraba.
También Antoñita se acercaba alguna vez a su prima como vasalla que rindiera homenaje a su reina, preguntándole por su salud y burlándose con ella de esas fachas ridículas que suelen verse hasta en los salones más distinguidos ni más ni menos que si fuesen allí para ofrecer un tema de conversación a los que no tienen asuntos de que hablar.
Luego le dijeron que el Papa los daba más baratos y cambió de proyecto. Mientras tanto se vengaba odiando de muerte al gallardo conde, y burlándose, cuando la ocasión se presentaba, de su vetusto y deteriorado caserón. El conde poseía una gran riqueza en tierras, pero sus rentas no podían compararse a las del opulento Granate.
Manda, ordena, dispón, decide lo que quieras; paso por todo, ¡pero mía, mía para siempre! ¿Y qué sabes tú lo que es siempre? ¿Cuánto tardarías en cansarte otra vez de mí? Y, sobre todo, no reparas en lo que hablas... y me estás ofendiendo. Óyelo bien; jamás engañaré a Martínez, lo juro. Lo hecho, hecho está. Y al decir esto, sonrió ligeramente, como burlándose de sus propias palabras.
Es la perseverancia para habituar el espíritu público a encarar una empresa de tal magnitud con serenidad, con las vistas positivas de un negocio fácil y rápido; es la tenacidad de su lucha contra Inglaterra, que cree ver en ella comprometidos sus intereses. ¡La experiencia de Suez se ha embotado contra la implacable resistencia británica, y dentro de diez años se leerá con indecible asombra el libro que acaba de publicarse, en el que los hombres más notables de Inglaterra declaran un peligro para su independencia la perforación del túnel de la Mancha! ¡Tal así, vemos hoy el artículo sarcástico del Times, burlándose de Stephenson que pretendía recorrer con su locomotora una distancia de veinte millas por hora!
Otras veces protestaba yo con más motivo. Sorprendía las miradas codiciosas de muchas mujeres de mi mundo fijas en él; la invitación agresiva de algunas, que, por ser más jóvenes, se consideraban con derecho á arrebatármelo. ¡Y él, tan bueno, burlándose conmigo de estas pasiones que despertaba, comunicándome otras que yo no podía adivinar!... Tú no conoces tal vez esta juventud que llega detrás de nosotros.
Palabra del Dia
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