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Actualizado: 29 de junio de 2025
La inmensa catedral recibia de vez en cuando en sus escasas capillas los inanimados despojos de los mas nobles y valerosos caballeros, muertos en deplorables lides intestinas ó en gloriosas algaradas y defensas contra la morisma; pero no interrumpian su solemne silencio las tareas de los bulliciosos y alegres artesanos.
Aquel movimiento, aquellas sencillas palabras, pareció que habían petrificado a aquellos veinte convidados, tan animados y bulliciosos un momento antes. El silencio que se produjo fue tal, que podía oírse fuera de la sala, que parecía desierta, el murmullo del viento entre las ramas. Todas las miradas, que primeramente se habían fijado en Juana, volviéronse a su marido, sentado frente a ella.
No pudo menos de ocurrirme la idea de Bilbao; figuróseme ver de pronto que se alzaba por entre las montañas de víveres una frente altísima y extenuada: una mano seca y roída llevaba a una boca cárdena, y negra de morder cartuchos, un manojo de laurel sangriento. Y aquella boca no hablaba. Pero el rostro entero se dirigía a los bulliciosos liberales de Madrid que traficaban.
Allí veis calles espaciosas, limpias y bien niveladas, casas elegantes, bonitos hoteles, edificios monumentales, tiendas vistosas y cafés bulliciosos, en fin, la ciudad moderna y confortable.
Provenía éste principalmente de sus grandes ojos negros expresivos: el alma se asomaba a ellos reflejando las más leves y fugaces emociones; ora ardían con fuego malicioso revelando la pasión recóndita, insaciable, ora se aquietaban extáticos, límpidos, en arrobo místico; ahora brillaban alegres y bulliciosos, enseguida melancólicos, tan pronto secos como húmedos, tan pronto tiernos como iracundos.
En cuanto a temple de alma y energía, son infinitamente superiores a la generación que les ha sucedido. Sobre todo, lo que más les distingue de nosotros son sus modales finos, su política ceremoniosa y sus ademanes pomposamente cultos. En los estrados no tienen rival, y no obstante que ya están desmontados por la edad, son más galanes, más bulliciosos y alegres con las damas que lo son sus hijos.
Son las viejas ilustraciones de la Francia, en las letras, en las artes, en la industria, en la ciencia y en la política. Bulliciosos también los viejecitos; los años no les pueden hacer olvidar que son franceses. La regla y la campanilla del presidente están en continuo movimiento.
Por consiguiente, el organista hacía muy bien en declarar dignos del templo aquellos aires humildes, con que solía alegrarse el pueblo y que cantaban las vetustenses en sus bailes bulliciosos a cielo abierto.
Los bulliciosos «latinos» de la proa también estaban silenciosos y preocupados, como los navegantes que avistan una tierra nueva. Únicamente el Emir y algunos españoles que llegaban a la Argentina por segunda vez parecían contentos. La gaita pastoril sonaba lo mismo que las otras tardes en el silencio del mar, pero su dulzura bucólica tenía cierto temblor de sonrisa.
Cuando se hallaba entre los viejos del café Suizo no se acordaba de que le aguardaban los jóvenes bulliciosos de la Gran Peña para perpetrar alguna terrible broma; cuando charlaba con sus amiguitos del café del Siglo, gente de humilde posición, parecía ignorar la existencia de sus compañeros los duques del club de los Salvajes.
Palabra del Dia
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