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¡Sorbetes por la mañana! dijo un mozo con voz brutal y gesto de burla. ¡Que si quieres! ¡Bravo! dije para . ¿No presumía yo que el día había empezado bien? Pues traiga usted dos vasos pequeños de limón... ¡Vaya, hombre! anímese usted; tómelos usted grandes nos dijo entonces el mozo con singular franqueza, si tiene usted cara de sed.

El joven pintor venezolano que iba conmigo, se cubría con frecuencia los ojos y me sostenía que no podría recuperar por mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de las medias tintas y las gradaciones insensibles de la luz, por el deslumbramiento de aquella brutal crudeza.

¿Quién sabe?... Y cuando más esperanzas ponía en el porvenir, la realidad la despertaba en forma de brutal terronazo, mientras el viejo decía con voz áspera: Arre, que ya es hora. Y otra vez al trabajo, a dar tormento a la tierra, que se quejaba cubriéndose de flores.

En la puerta de la escalera sonó un campanillazo, que denotaba el tirón brutal de una mano burda. Nelet salió rápido de la cocina, y haciéndolo retemblar todo con sus zapatos, corrió a abrir. Hubo en la antesala exclamaciones como berridos y caricias que parecían golpes, cual si alguien riñese a brazo partido. ¿Qué es eso? dijo doña Manuela, avanzando hacia la puerta.

Estaba en sus brazos sin saber lo que hacía y sin pensar en lo que me decía Juana, á la que escuchaba aturdida sin otra sensación que la del agrado que producen las muestras de cariño después de una agresión brutal y de la espera indefinida de un amante infiel... Pasaba el tiempo y yo perdía la esperanza de verte volver.

No siendo brutal ni insolente, sino dirigiéndome á vos, por ejemplo, para deciros cortésmente: "He resuelto mataros y espero que me hagáis la merced de designar hora y lugar donde podamos vernos cara á cara y espada en mano."

Quédese, se lo ruego. Se sentó al lado del escritorio, y yo en la sillita baja que siempre ocupo junto al sillón de mi padre. Hoy hace un mes, sufrí una gran decepción; ya sabe usted lo que quiero decir y en qué forma brutal se hizo la luz. Hubiera sido menos cruel para el oír la verdad de su boca de usted. ¡Era imposible!

Excusóse éste como pudo y se alegró de dejar atrás á los cantantes, cuyos enmarañados cabellos rojos, afiladas hoces y risa brutal los hacían nada gratos compañeros de viaje y menos para encontrados al caer la noche en campo raso.

Otro día estaba nerviosa; la molestaban las miradas de Rafael, sus palabras de amorosa adoración, y le decía con brutal franqueza. No se canse usted. Yo ya no puedo amar: conozco mucho a los hombres, pero si alguno me hiciese volver al amor, no sería usted, Rafaelito.

El inglés seguía haciendo alardes de fuerza, completamente ebrio y causando bastante molestia a los demás, que no tenían una borrachera tan brutal. Usted es muy valiente, ¿verdad? le dijo el conde, sin dejar de sonreír con desdén. Más que usted respondió el inglés. Don Jenaro fue a lanzarse sobre él, pero le sujetaron.