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Actualizado: 15 de julio de 2025


La brusquedad no retiene: ahuyenta. Cuanto más tarde llegue Daniel, más tierna y más solícita debes ser con él. No hay mejor apoyo para la mujer que la propia blandura de su corazón. Esto, que parece nuestra debilidad, es nuestra fuerza. Un día Daniel reconocerá que obra mal: le remorderá la conciencia, y el grato recuerdo de tu bondad le arrancará del Jockey Club.

Acontece á veces un incidente terrible: á través de la gran armada que, majestuosa, lentamente, baja del Norte, llega con brusquedad del Sur un gigante de base profunda, que, hundiéndose seis ó siete pies bajo el mar, vese empujado con gran furia por las corrientes submarinas.

; la república se pierde agregó con brusquedad Bracamonte, comunicando a su voz una resonancia imprudente. ¿Y, por ventura, debemos asombrarnos, cuando España, regida ayer por sus más claros varones, es hoy la presa de ávidos pecheros, que, no sólo buscan por todo medio acrecentar la propia hacienda, aunque perezca la pública, sino que pretenden, a más, empobrecer y destruir a la más antigua nobleza del reino, no dejándola, como sabemos, regentar los negocios, e inventando contra ella, cada día, nuevos pechos y humillaciones?

Juan Jerez tampoco fue esa noche; y por cierto que esa vez Lucía le llevó, para que lo luciese, un collar de perlas: «A no me lo conocen, Sol: yo nunca me pongo perlas»; pero doña Andrea, que ya había comenzado a dar muestras de una brusquedad y entereza desusadas, tomó a Lucía por las dos manos con que estaba ofreciendo el collar a Sol, que no veía mucho pecado en llevarlo, y mirando a la amiga de su hija en los ojos, y apretando sus manos con cariño a la vez que con firmeza, le dijo con acento que dejaba pocas dudas: «No, mi niña, no», lo que Lucía entendió muy bien, y quedó como olvidado el collar de perlas.

Sin duda ninguna, señor conde replicó Amaury con cierta turbación; y si Antoñita ama a su sobrino... Pero perdone, ¿no estaba agregado el vizconde a la embajada de San Petersburgo? En efecto, ejerce en ella el cargo de secretario segundo; pero ha obtenido licencia. Entonces, ¿va a venir? preguntó Amaury, no sin cierta brusquedad.

Un poco más de brusquedad en su gesto y un acento más vibrante en la voz eran los únicos síntomas perceptibles que delataban un estremecimiento interno, si realmente se agitaba su corazón, que mucho lo dudo. Cuanto a , le escuchaba con real y profunda angustia.

A veces, imágenes de cadalsos, de quemaderos, de arcas mortuorias, aparecían en la penumbra; llamaba entonces a sus criados con brusquedad, y, mandando cerrar las ventanas, hacía encender sobre las mesas, sobre los contadores, sobre todos los muebles, numerosos candelabros, candelabros traídos de todas las estancias.

Yo sospecho que los emperadores de la última dinastía se sintieron inquietos tal vez por la frecuencia con que llegaban á nuestras costas huéspedes de la misma talla, y trataron al viejo con brusquedad, sin considerar que el pobre venía atraído por los relatos de Eulame para establecer generosamente su civilización entre nosotros. Su cadáver dió poco trabajo para ser anulado.

Hombres jóvenes se movían entre las mujeres en torno de la mesa con una brusquedad hostil; disputaban con ellas ásperamente, tratándolas como á enemigos. Las mujeres perdían de golpe su frescura y su gracia: se masculinizaban contemplando las filas de naipes del «treinta y cuarenta» ó el volteo loco de la rueda de colores.

Ademas, los reyes no son para sino animales curiosos; y despues de haber visto en los jardines zoológicos las girafas, los hipopótamos y los orangutanes, no me siento con urgencia de ser curiosoEl excelente sugeto, en vez de picarse de mi brusquedad colombiana, me dijo con suma amabilidad: «Vamos, tiene U. razon; cada cual tiene el punto de vista de sus ideas y de su educacion social.

Palabra del Dia

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