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Manejaba briosamente su soberbio bridón, negro como el azabache y de gran alzada; y después de saludar al príncipe volvió grupas y ocupó su puesto á un extremo de la liza.

En el tronco del árbol, señor Cornelio. Os burláis, viejo Horn. No; os lo aseguro. Ahora lo veréis. El piloto empuñó el hacha y atacó briosamente con ella el tronco del árbol, que ofrecía una resistencia increíble. El Capitán tuvo que relevarle en el trabajo un cuarto de hora después, hasta que por último la planta, cortada circularmente a dos pies del suelo, se desplomó con gran estrépito.

Por encima de las diferencias religiosas y filosóficas, de la oposición de inteligencia y carácter asomaba briosamente el amor a la humanidad que latía en el corazón profundamente cristiano del joven sacerdote. D. Álvaro era un hermano que padecía. Ante esta consideración, todas las demás ceden en las almas donde ha soplado el espíritu del sublime Nazareno.

Diógenes, que, a mitad del camino pareció hacer de repente al tío Frasquito gracia de la vida, arremetió briosamente contra la hueste femenina, diciendo que era maldición de gitanos: «¡en lengua de hembras te veas!»; que quien dijo mujer, dijo demonio, y que de tan mala ralea era la casta, que todos, todos los bichos, hasta las chinches, ¡polaina!, eran mujeres...

Seguía bebiendo, pero esto no le impedía trabajar briosamente, pues le era necesario reunir nuevas economías después de permitirse el lujo de enviar un emisario especial al desierto de Atacama. Aunque volvió muchas noches á su casucha tambaleándose ó apoyado en el brazo de un compañero, jamás le salía al encuentro la mujer del manto negro llevando el niño de una mano.

Por esta vez la envidia había errado el golpe. La primer noche que se presentó en el café, sus amigos se pusieron en pie y palmotearon briosamente. Los demás asistentes siguieron el ejemplo: se le hizo una ruidosa ovación, de la cual dieron cuenta al día siguiente los periódicos.

Cuanto á Tristán de Horla, se casó con una linda muchacha de Dunán y allí se estableció definitivamente, gozando del prestigio que le daban sus proezas y los cinco mil ducados tan briosamente ganados allá en tierra de España.

Lo peor es repuso Andrés, echando una mirada ansiosa a todas partes que aquí no hay donde esconderse. ¡Está tan desnudo esto! A la mano de allá, en cuanto se baja un poco, hay un establo... Pues vamos a la carrera, a ver si logramos doblar el monte antes de que nos vean. Corrieron briosamente hasta quedar embazados.

Después de penosa marcha por áspera pendiente, donde se hacía necesario trepar con el arcabuz colgado y entre los dientes la espada, ancho y profundo foso corta el paso á las trincheras enemigas; la daga y los crispados dedos substituyen á la escala al trepar por los escalpes; numerosos soldados pagan con la vida su arrojo; el Capitán Ugalde recibe dos balazos; el Mayor Corcuera, acribillado de heridas, hinca la rodilla en tierra y así continúa la defensa de su puesto; el temerario abanderado Amerquita logra plantar su enseña sobre el parapeto enemigo, pero cae cubierto de heridas en la cabeza y garganta; Castelo ataca briosamente por el lado opuesto á los mahometanos, que amedrantados ya, son derrotados y huyen precipitándose por un derrumbadero, donde muchos pierden la vida; y cuando un numeroso cuerpo de moros, conducidos por el mismo Corralat, atacan con furia salvaje, por la espalda, á fin de proteger a los del fuerte, el Capitán Becerra que cubierto de heridas se hallaba postrado, se presenta en la lucha sobre los hombros de dos soldados, arenga á su tropa y acorrala al enemigo con tal coraje, que Corralat quedó herido, salvando la vida en fuga precipitada.

El encuentro fué, ciertamente, desgraciado, pues apenas se vieron los rivales, enzarzáronse de palabras, tirando de las espadas, y, con gran cólera, se arremetieron briosamente; mas como quiera que los Esquiveles eran varios, y en auxilio de ellos vinieran algunos criados, vióse el caballero, que estaba solo, obligado á huir, arrojando el acero.