Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 29 de junio de 2025


Disculpemos, pues, o al menos seamos indulgentes con nuestro don Braulio, cuyo orgullo se quedaba escondido en el centro del alma, revelándose sólo al más íntimo de sus amigos en el momento en que se mostraban también las heridas más profundas de su corazón.

Ella pensó haber hallado en don Braulio un hombre que, aunque viejo, podía enamorar por su talento y por otras nobles prendas del alma, y enamorados, o persuadidos de que lo estaban, se casaron, después de un noviazgo corto. El cura tutor, que era muy anciano, murió pocos meses después de este casamiento. Nada absolutamente dejó a sus pupilas.

Allá en su interior don Braulio perdonó benignamente al Conde este extravío, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada por este lado, casi intimó con él.

Formó, pues, de la tertulia un concepto muy diferente del que doña Beatriz había formado. Aunque don Braulio había vivido casi siempre en lugares y pequeñas ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros años de su matrimonio, había estado retiradísimo, sin tratar nunca con lo que llaman el gran mundo, él le concebía y le comprendía más bello de lo que ahora se le presentaba.

Conforme iba Paco Ramírez hacia dicha vivienda, aunque muy apresuradamente, se ofrecían a su imaginación con mayor viveza todas las dificultades de la entrevista que debía tener. En la carta de don Braulio recordaba los párrafos más siniestros y ominosos, y preveía alguna desgracia. Hasta una contradicción que había notado en la carta le daba entonces mucho que sospechar.

Braulio es muy bueno; sería un santo si fuera mejor cristiano; pero es un hurón y tiene sus caprichos. No quiere que volvamos solas a los Jardines. Y eso que ignora la persecución de aquel Condesito. Yo deseo llevarte a los Jardines a ver si te distraes, porque me pareces melancólica; pero, ¿qué le hemos de hacer? Solas no podemos ir con licencia de Braulio, ni menos aún a escondidas.

Doña Beatriz no descubría por completo sus planes y sus esperanzas a don Braulio y a Inesita. Temía asustarlos y que del susto saliesen la contradicción y la oposición.

No importa, te daré una chaqueta mía; siento que no haya para todos. No hay necesidad. Oh! , , ¡mi chaqueta! Toma, mírala: un poco ancha te vendrá. Pero, Braulio.... No hay remedio; no te andes con etiquetas.

Que por mi culpa Braulio está celoso y se ha ido de casa y puede que no vuelva más. ¿Y de quién tiene celos? Tiene celos del Conde de Alhedín. ¡Vaya un desatino! dijo Inesita . Pues qué, ¿no ve claro que el Conde no tiene por ti mas que mera amistad?

Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana. Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde había ido a parar?

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando